Una adulta mayor junto a un trapo rojo en su ventana para indicar que no tiene dinero ni comida en el sur de Bogotá (Colombia). (Foto: EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda)

La ONG Acción contra el Hambre, advierte que “sin redes de protección sólidas en forma de subsidios, la enfermedad supone una condena al hambre para quienes vivían al día en la economía informal, han perdido su empleo o encuentran alimentos cada vez más caros en los mercados».

De acuerdo con el informe de la ONG que se presentó en una conferencia virtual, América Latina registró el año pasado el mayor aumento relativo de inseguridad alimentaria del mundo.

En concreto, la pandemia creó 45 millones de nuevos pobres en la región, que concentra casi una tercera parte de contagios en el mundo pese a tener menos del 10 % de la población mundial, y llevó a diez millones de personas a situación de inseguridad alimentaria severa, casi triplicando la cifra de 2019 cuando, según Naciones Unidas, eran 3,4 millones.

CENTROAMÉRICA

La encuesta realizada por la ONG a 3.700 familias de las comunidades rurales del Corredor Seco Centroamericano, el área que se expande desde Nicaragua hasta Guatemala, reveló que al menos 3,9 millones de personas están teniendo dificultades para alimentarse de acuerdo a los estándares mínimos de cantidad y calidad, pues sólo una de cada diez familias encuestadas reportó contar con una seguridad alimentaria adecuada.

Además, el estudio constató un aumento de los ingresos destinados a la compra de alimentos, llegando a representar el 80 % del presupuesto familiar.

Los prejuicios socioeconómicos derivados de la pandemia se suman a la pérdida de cosechas provocada por los huracanes Eta e Iota que golpearon amplias zonas de Nicaragua, Guatemala y Honduras en noviembre.

PERÚ Y LAS OLLAS COMUNES

En Perú, Acción contra el Hambre identificó que el 80 % de los encuestados habían perdido sus empleos o reducido sus ingresos un promedio del 33 %.

De acuerdo con América Arias, directora de la ONG en Perú, el país andino es «uno de los más afectados socialmente» por la pandemia porque «nunca llegó a salir de la primera ola» de contagios y, antes de pandemia ya contaba con un 20 % de su población pobre o muy pobre.

Ahora, tres cuartas partes de la población se encuentra en situación de inseguridad alimentaria, una realidad que afecta «especialmente a familias venezolanas» y que implica buscar alternativas como «reducir los recursos destinados a la educación, a la salud y recurrir a las ollas comunes».

Esas cocinas comunitarias y autogestionadas en su mayoría por mujeres resurgieron de forma improvisada como una suerte de expresión vecinal de emergencia en las zonas más vulnerables del Perú ante la falta de alimentos, trabajo y dinero. Según Arias, sólo Lima Metropolitana pasó de tener registradas 337 ollas comunes a más de 1.300. «Las ollas dependen de las donaciones, que se han visto reducidas» en los últimos meses, lamentó la directora de Acción Contra el Hambre en Perú, quien también destacó la «preocupante reducción de hierro en la dieta, algo fundamental para combatir la anemia».

COLOMBIA EN HACINAMIENTO

La encuesta realizada en 34.000 hogares de Colombia desveló que el 80 % de las familias, en su mayoría venezolanas, no cubrían todas sus necesidades básicas de alimentación y vivienda y el 20 % no tenían una fuente de ingresos estable.

Además, según explicó el director de Acción contra el Hambre en Colombia, John Orlando, más del 58 % de los encuestados «declaró vivir en condiciones de hacinamiento: 2,5 personas viven por habitación y en el 13 % de los casos se identificó hasta cinco personas por dormitorio».

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