Buenos Aires, Argentina – Yo, omnipotente, poderoso y vasto, vivo, camino, hablo y respiro, porque quiero. Y porque quiero veo las cosas de uno u otro modo, y vuelo con alas azules, blancas o negras, porque quiero.
Y miro el sol en todas sus dimensiones, porque quiero. Y luego lo veo cúbico y verde, porque quiero. Y le digo que se vaya y se va, y todo porque quiero.
Pero yo, omnipotente, poderoso y vasto, no quiero morir y muero…
José Martí, poeta cubano.
El influencer ucraniano Dimitri Stuzhuk, era joven, atlético, musculoso y eso –al parecer- le daba poderes especiales para asegurar a sus millones de seguidores y a quien le preguntara, que él no creía en el coronavirus. Dimitri estaba convencido en que las teorías que circulaban acerca del COVID-19 eran inventos de internet y de ciertos iluminados del fatalismo mundial. Es más, llegó a elaborar teorías que certificaban que este virus era un invento de los laboratorios para vender remedios y para sembrar el terror en la humanidad.
Hasta que, al volver de unas cortas vacaciones en Turquía, empezó a tener dificultades para respirar y otra serie de problemas de salud.
“Yo también pensé que no había Covid hasta que enfermé. La Covid-19 no es efímera” escribió en su último mensaje y fue su esposa Sofía, también influencer en las redes sociales, quien comunicó su muerte.
Stanley Gusman, presentador de la TV brasileña de 49 años, fue un eterno negador de la pandemia e incluso se resistía a usar barbijo y externaba que las medidas sanitarias coartaban la libertad de tránsito. Se pronunciaba contra las medidas de distanciamiento social e incluso declaraba que no se dejaría medir la temperatura en la entrada de comercios y centros comerciales. Desde su lugar en la pantalla, se encargó de apoyar a su presidente Jair Bolsonaro y a refutar cada discurso que advertía de los peligros de tomar precauciones ante el virus.
Tras contagiarse, fue internado y a los pocos días falleció solo en un hospital de las afueras de Río de Janeiro.
Igona Moura, una influencer brasileña, incitaba a sus seguidores, al mejor estilo Charles Manson, a concurrir a fiestas y a todo lugar donde hubiera aglomeraciones. Desde el primer momento, Moura negaba la existencia de esta enfermedad, hasta que un día se infectó y tuvo que ser internada con respirador artificial. El diagnóstico de COVID no tardó en llegar, y a dos semanas de su internación también murió. En uno de sus últimos posts, se le ve mientras era transportada en una camilla gritando: “No tengo Coronavirus”
Tres casos de los miles en el mundo, donde el negacionismo se fue apoderando de la mente de los que se creían dioses y que arrastraron, por sus funciones o trabajos a quienes confiaban en ellos y tal vez ahí estuvo lo peor.