Si visitas Cuba, algo te llamará la atención rápidamente: la alegría innata del cubano; una disposición a sonreír y a acoger que brota desde lo más hondo de su ser. Sorprende que, más allá de las dificultades y vicisitudes que enfrenta en su diario vivir, el pueblo cubano ha sabido mantener el sentido del humor, la jovialidad, la risa, la hospitalidad y calidez que contagian con facilidad a quien está con ellos, sea de su círculo familiar o sea extranjero.
Es un rasgo distintivo de la idiosincrasia del cubano, ser alegres por naturaleza, luchadores, perseverantes, emprendedores, y sobre todo esta valiosa virtud de saber reírse de sus propias desgracias; saber agenciarse desde su inventiva y creatividad frente a los obstáculos que se le presentan. En este sentido el cubano es considerado como un ser singular dentro y fuera de Cuba, ya que es casi imposible encontrar “un cubano sin sabor” como dice Ricardo Arjona en su canción.
Y esta “idiosincrasia de la alegría” no se explica solo por la posibilidad de que seamos latinos y además caribeños. Son muchas las razones que suman a esta cultura de la alegría, como por ejemplo la comunicación extraverbal, el lenguaje corporal desenfadado y la abundante jerga de palabras y expresiones amistosas y cariñosas que son el soporte de las relaciones interpersonales.
Hay dos rasgos muy distintivos a la base de la cultura cubana: la música y el baile, “la idiosincrasia del cubano nunca se ha perdido, el cubano siempre ha sido por excelencia bromista, jaranero, alegre y muy criollo y aunque los tiempos han cambiado, hay cosas que no varían” afirma el sociólogo Mario Rodríguez.
Otro gran valor que distingue al cubano es su capacidad de compartir lo que tiene, incluso hasta el punto de la heroicidad, pues es algo estrechamente ligado a la vida diaria. En las frecuentes condiciones de escasez, ser solidario es una necesidad de la vida misma y se traduce en gestos concretos entre la misma gente, como el brindarse un poco de arroz, aceite o cualquier otro recurso indispensable en la dieta, o el pasarse la voz cuando llega algo a la tienda o a la farmacia.
La alegría innata que los cubanos llevan en sus venas ha sido el fruto de transformar por muchos años sus penas y dolores en humor, en buscarle un chiste a todo, sacarle una historia a cualquier realidad que viven y convertirla en un motivo de risa. Gente apasionada por las cosas que hace, fiesteros y pachangueros en todo momento, pero sobre todo seres que nunca pierden la fe y la esperanza en un mañana mejor; este es el verdadero espíritu del cubano.