La pandemia del COVID-19 ha sido fuente de mucho dolor para innumerables familias y ha afectado de muchas maneras la vida económica y social. Al mismo tiempo, ha ayudado a sacar a flote algunos problemas que parecían estar mimetizados en medio de otros afanes. Uno de ellos ha sido la evidencia de que muchas personas han muerto no por causa del virus propiamente dicho, sino por una condición de salud subyacente, a la cual no le habían prestado la debida atención, o ignoraban que la tenían.
La población hispana y latina es mucho más proclive a descuidar los pequeños síntomas y las alarmas que el sistema inmunitario envía para que prestemos atención al deterioro en la salud. El motivo puede ser por hábitos traídos de nuestros países de origen, donde el cuidado sanitario quizás no era la prioridad; o también, por menor solvencia económica lo que obliga a muchos a posponer siempre lo que se considera como “elevados” costos de la salud.
Pero a la larga, este descuido terminará pasándonos una costosa factura. Como con el SARS-COV 2, muchos científicos prevén que seguirán apareciendo nuevos virus, agentes potenciales para provocar otras pandemias devastadoras. Además, académicos observan con gran preocupación cómo las bacterias se hacen cada vez más resistentes a los antibióticos y no se ven en el horizonte nuevas medicinas para combatirlas; por lo que creen posible que en 15 o 20 años muchas personas estén muriendo por infecciones comunes para las cuales simplemente no habrá medicamentos eficaces.
Uno de los mayores disparadores de alarmas es la diabetes, que se ha vuelto así una epidemia que cada día se expande con más fuerza. La incidencia de la diabetes en la población latina es —junto a la negra y asiática— una de las más altas del país. Hoy hay en los Estados Unidos cerca de 35 millones de diabéticos, esto es igual al 13 por ciento de la población; y lo más alarmante es que muchos afectados son ignorantes de su condición y viven totalmente de espaldas a un estilo de vida saludable, olvidados de las normas de una dieta equilibrada.
Es necesario que al iniciar la reapertura total post pandemia, entendamos la urgencia de volver al ejercicio físico, al deporte, a las caminatas; de combatir el exceso de peso al que nos estamos acostumbrando, de hecho, se dice que durante la pandemia hemos ganado un promedio de 7 kilos. Quizás inconscientemente nos dejamos llevar por el viejo refrán “mal de muchos…”. Es urgente tomar consciencia y aprovechar los programas de prevención que ofrecen instituciones y organizaciones en nuestra ciudad y vecindario.
La organización Esperanza está iniciando un amplio programa de reclutamiento de voluntarios para lanzar una campaña de concientización de la diabetes y la prediabetes. Serán un gran equipo de agentes latinos ayudando a otros latinos a “despertar” de su sueño de comodidad e inmovilidad, motivándolos a retomar la senda de una vida activa y saludable. Es un llamado urgente, al que debemos responder empujados por el amor a nuestros hijos y a nuestra comunidad.