Buenos Aires, Argentina – En el inicio de una de las peores pandemias que se recuerden, el presidente argentino Alberto Fernández dijo, a quien quisiera escucharle, una frase que con el tiempo se convirtió en un bumerán. “Se terminó la Argentina de los vivos”,dijo muy suelto de boca y la remarcó agregando “A los idiotas les digo lo mismo que vengo diciendo desde hace mucho tiempo. No voy a permitir que hagan lo que quieran”. Hace mucho más tiempo, precisamente en el año 56 d. C. un tal Séneca, también inmortalizaba una frase épica “Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”.
En estos días todo volvió a tener vigencia, porque Fernández, que tanto pregonó para que cuidáramos nuestra conducta, demostró que tanto en esta como en otras situaciones, nos ha mentido descaradamente, y que además de tratarnos de idiotas, nos tildó de ignorantes y de poca cosa. En todo este tiempo, con su arrogancia y la complicidad de los miembros de su gabinete, se nos fueron cercenando todos nuestros derechos. Nadie se podía reunir, nadie podía despedir a sus muertos, nadie podía llevar a sus hijos al médico, nadie podía abrir sus comercios. Las consecuencias fueron fatales porque por aplicar tanta severidad con la pobre gente, la cifra de muertos, producto de una de las peores campañas de prevención del COVID a nivel mundial que se hayan efectuado, anda por los 110.000 en estos días, y ni hablar de la situación económica de los habitantes.
¿Y a qué viene toda esta introducción? A que, a merced de la aparición de unas fotos que aparecieron de la nada, quedó demostrado que, en lo peor de la pandemia, su mujer Fabiola Yañez, organizó una fiesta de cumpleaños donde 12 selectos amigos, tuvieron el orgullo de posar con ella y con su esposo sin ningún tipo de protección, sin mascarillas ni distanciamiento social. El lugar elegido para esta reunión fue la Quinta Presidencial de Olivos (lugar de residencia del presidente en funciones), sitio emblemático si los hay, por el que también pasaron de contrabando una cantidad inmensa de amigos, actrices, políticos, adiestradores del perro presidencial, personal training de la primera dama y un sinnúmero de gente que nos tomaron el pelo y se burlaron de nosotros de la manera más vil.
Todo a oscuras, como se manejaron siempre este tipo de personas que ni siquiera tuvieron el coraje de pedir disculpas o de renunciar al cargo que evidentemente les queda grande. Echándole la culpa a su mujer por lo que pasó delante de sus narices y consintió, dijo “Fue un brindis que organizó Fabiola por su cumpleaños y que no debió haberse hecho”. Además de mentiroso, cobarde.