Trabajadores entierran a una víctima de covid-19. (Foto: EFE/Raphael Alves/Archivo)

La nueva variante Delta del COVID nos está quitando demasiados seres queridos, mientras que algunos gobernadores, políticos, presentadores de entrevistas televisivas y ciertos líderes religiosos dicen que no a las vacunas y a las mascarillas.

Al mismo tiempo, hay muchas historias de personas que negaron el potencial del virus y luego suplicaron en su lecho de muerte recibir la vacuna. Ellos y sus seres queridos se llevaron la gran sorpresa al saber que no se puede aplicar la vacuna una vez que ya estás enfermo.

La vida tal como la conocíamos se ha ido y debemos lidiar con eso, debemos aprender a controlar este y otros virus que vendrán. Y sabemos lo que funciona.

Muchas familias que vieron a sus seres queridos enfermarse y morir enfrentan enormes facturas médicas y los costos del entierro. E incluso si uno sobrevive de alguna manera al virus, todavía se enfrentará a facturas médicas astronómicas e individuos que pueden tener daños a corto, mediano o largo plazo por el virus; daños que no desaparecen y que limitan el estilo de vida de algunos sobrevivientes.

Al mismo tiempo, estamos imponiendo una carga al personal médico, al pedirles que regresen a trabajar más allá de sus horarios normales para salvar a las personas que les creyeron a sus gobernadores y a los elucubradores no se hicieron vacunar ni se pusieron la máscara.

Creo que los gobernadores y sus familias están vacunados, y estoy seguro de que si contraen el virus recibirán la mejor atención médica.

Sin embargo, algunos de estos gobernadores están pidiendo a gritos mayor asistencia médica federal cuando han hablado mal de los protocolos nacionales de vacunación y el uso de tapabocas que los mejores expertos médicos han recomendado.

Los gobernadores que no adopten de inmediato las medidas de seguridad recomendadas por los CDC deberían enfrentar la dolorosa pérdida de vidas. En el pasado, he sugerido que los gobernadores pasen 48 horas trabajando en una unidad de UCI de COVID y observen cómo mueren las personas, y que luego vayan a informarles la pérdida de esa vida a sus familiares.

Pero ahora debemos hacer algo más drástico para llamar su atención total, para que puedan cambiar de rumbo y ayudarnos a salvar vidas.

Sugiero que tomemos estos grandes remolques mortuorios temporales que contienen los cuerpos de los muertos y los estacionemos frente a la mansión de los Gobernadores, y en el costado de los remolques se coloque el nombre del difunto, su edad y de qué ciudad provienen. No necesitamos las oraciones de los políticos; necesitamos y merecemos acciones positivas y humanas para salvar vidas

Si estos camiones cargados de muertos no los despiertan, sugiero que vaciemos los remolques dejando cientos o quizás miles de cuerpos en el suelo. Quizás algunos de los que realicen estas acciones sean arrestados, pero habrá valido la pena.

De hecho, los que deberían ser arrestados son los que han permitido morir a muchos, cuando habríamos podido salvar probablemente a la mayoría.

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