El 15 de septiembre de cada año los Estados Unidos dan inicio oficial al “Mes de la Herencia Hispana”; un tiempo dedicado a poner bajo luz en modo especial el enorme aporte sociocultural y los logros en todos los campos, –desde el artístico, deportivo y culinario, hasta el político, económico y científico– que los hispanos y latinos han traído en sus 500 años de historia en este país.
La elección del día y mes de inicio es en parte un homenaje al hecho de que 5 naciones centroamericanas –Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica– celebran en esa fecha su Día de Independencia; mientras México lo hace el 16, y Chile el 18, invitando con ello a que las celebraciones de los inmigrantes puedan coincidir con los grandes festejos que se realizan en sus países.
Sonia Sotomayor, la primera jurista latina en llegar al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, expresó alguna vez: “la latina que hay en mí es una brasa que resplandece eternamente”. De esta apasionada sentencia se pueden extraer varias enseñanzas. Una, que una riqueza que los latinos han traído a este país es su “fuego”; su alegría contagiosa y a flor de piel; el colorido de sus carnavales y el palpitar inconfundible de sus ritmos. Otra, que el espíritu latino es resiliente y sobrevive; se integra a la nueva patria asertivamente, pero sin perder sus rasgos y bellezas peculiares; y una tercera, que el ser latino no es impedimento para alcanzar las posiciones más altas en la política, la jurisprudencia o cualquier otro servicio a la nación.
También el actor Danny Trejo expresó: “todo lo que me ha sucedido de bueno en la vida, ha sido consecuencia de mi voluntad de ayudar a otros”. Aquí hay otro rasgo típico de los hispanos: la solidaridad que muchos experimentan al llegar aquí de parte de los connacionales que los han precedido. El sentirse acogido, arropado y orientado por quien llegó antes que nosotros se convierte en una fuente de inspiración, de tranquilidad, de ejemplo y crea un vínculo de enorme gratitud hacia el futuro.
La consagrada artista Gloria Estefan afirmó una vez: “mi madre era mi modelo de fortaleza, y me mostró que no importan las circunstancias, las mujeres podemos abrirnos camino en medio de cualquier dificultad”. Esto es ejemplo de otro gran valor que han aportado los hispanos a los Estados Unidos: la alta estima de los valores familiares; el gran sentido de pertenencia al clan, la cálida cercanía entre parientes y paisanos. Por eso hay colonias tan grandes de salvadoreños en Washington, de mexicanos en Chicago y Los Ángeles, de boricuas y dominicanos en New York y Filadelfia, y de cubanos en la Florida, porque la noticia de la solidaridad y fraternidad con que se acoge a los hermanos inmigrantes trasciende las fronteras y actúa como imán para los nuevos.
Por eso, vaya una nota de agradecimiento a los expresidentes Lyndon Johnson, Ronald Reagan, y a los excongresistas Esteban Torres y Paul Simon, que junto a otros activistas menos conocidos dieron la batalla para que se creara y decretara esta importantísima celebración nacional, en donde no solos los latinos e hispanos tienen mucho que celebrar.