El COVID-19 ha impactado desproporcionadamente a las mujeres, quienes históricamente han experimentado desafíos únicos durante las crisis sanitarias.
Esta pandemia ha exacerbado las desigualdades de género preexistentes, incluida la violencia doméstica y el acceso a la atención médica crítica. La participación económica de las mujeres también ha sufrido. Por todo el mundo, las mujeres han realizado la mayor parte del trabajo no remunerado necesario para cuidar de sus familias o comunidades. Muchas trabajan al mismo tiempo en los sectores más afectados por la pandemia: hotelería, bienes raíces, negocios, manufactura y comercio minorista. En estas condiciones, la salud física y mental de las mujeres se ha visto gravemente afectada tanto para las trabajadoras de primera línea como en el hogar. Las tasas de violencia doméstica también han aumentado durante este tiempo.
Los responsables de las políticas públicas pocas veces ven a las mujeres como agentes de cambio críticos en las crisis. A nivel mundial, el desempeño promedio de las pocas a las que se les otorgaron roles de liderazgo durante la pandemia fue mejor que sus homólogos masculinos. Por ejemplo, en medio del pico de la primera ola de la pandemia, los países con mujeres en puestos de liderazgo tenían tasas de mortalidad seis veces más bajas que los liderados por hombres. Estas naciones impusieron más rápidamente medidas contra la pandemia, hicieron más pruebas y tuvieron menores tasas de contagio que las lideradas por hombres. Aun así, las mujeres siguen estando dramáticamente subrepresentadas en posiciones de poder en el gobierno.
Con demasiada frecuencia, los funcionarios gubernamentales y los sistemas de salud pasan por alto el papel fundamental de las mujeres como trabajadoras de la salud y sus contribuciones en cambiar las prácticas domésticas, apoyar la vacunación, mejorar el saneamiento y combatir la propagación de enfermedades.
Las mujeres juegan un papel crucial en la salud de sus hogares, que es la zona cero para la identificación y erradicación de enfermedades. Normalmente, el primer signo de padecimiento generalmente se informa a una líder del hogar, una madre, tía o abuela, que se desempeña como principal responsable de la toma de decisiones con respecto al tratamiento, el aislamiento y la notificación.
El COVID-19 no será la última pandemia
A medida que el mundo busca recuperarse de la actual crisis y se esfuerza por prepararse para la próxima, la comunidad mundial debe capitalizar los talentos, la experiencia y las estrategias de las mujeres, desde el hogar hasta el escenario nacional. Invertir en la plena participación y el liderazgo de las mujeres en los esfuerzos de respuesta promete un futuro más saludable, más próspero y seguro para todos.
Debemos capitalizar todo el talento del mundo, no la mitad.