No habrá exámenes obligatorios para los estudiantes en el sistema escolar público hasta el próximo año escolar. La medida de suspender las pruebas por un año proviene del Departamento de Educación como respuesta a la interrupción impuesta por el COVID-19.
Para quienes han abogado por una profunda reforma en la educación K-12, esta crisis se ha convertido en el laboratorio forzoso para engendrar nuevas y no tan nuevas ideas. Abandonar las pruebas federales obligatorias, aunque solo sea temporalmente, es una (entre tantas) ideas largo tiempo debatidas. Ya que, dicen los ciertos expertos, dichos exámenes son un método poco justo para medir la comprensión y retención del material aprendido.
No les hace falta a los reformadores seguir gritando a los cuatro vientos que el sistema de educación escolar necesitaba ajustarse al presente. El presente ha llegado con sus urgentes circunstancias para pegarnos en la cara. Ahora no es asunto de sí o no, sino que se deben actualizar los procesos, incrementar la inventiva, permitir más latitud a la hora de impartir docencia, a fin de garantizar que, en todas partes, todos los estudiantes reciban la educación que merecen. Ahora apremia pensar rápido y reinventarse. ¡Y menos mal!
Así, y con la finalidad de incentivar la innovación, el Congreso está estudiando un proyecto de ley que permitiría entregar micro subvenciones a padres y maestros por igual. En vista de que de un día para otro la educación virtual, la escuela a distancia y el aprendizaje desde el hogar se han convertido en la norma, en las zonas urbanas, en las remotas, en barrios pobres y en suburbios ricos la necesidad está pariendo soluciones a granel.
En algunos lugares, los maestros están haciendo citas diarias por teléfono para conversar y guiar a los padres. En los campos de Carolina del Norte, se han enviado autobuses con antenas WIFI para que los niños se puedan conectar a estudiar. En otras ciudades, los maestros están dando lecciones en vivo a través de las opciones como watch parties en Facebook, entre otras plataformas sociales.
A los estudiantes que carecían de los medios para comprar una tableta o dispositivo similar, se les están prestando los equipos para llevarlos a casa y desde allí continuar aprendiendo. A su vez, el Departamento de Educación está trabajando con los gobernadores de cada Estado para que los distritos escolares no se queden de brazos cruzados, demandando de las administraciones correspondientes una respuesta adecuada y efectiva.
En resumen, que esta interrupción sin precedentes ha traído consigo un replanteamiento de la educación escolar que va más allá de los estudios publicados por investigadores, y de las ideologías, para entrar en el espacio de cada familia y tocarla en carne propia. A partir de este instante, la imagen que solíamos “ver” dentro de nuestros cerebros cuando decíamos “escuela”, ha cambiado.
La nueva imagen es la de una escuela que toma la forma del niño que necesita aprender, y no a la inversa. La palabra escuela ya no nos ubica dentro de las cuatro paredes de un edificio, porque al fin comprendemos que la escuela no es un lugar de concreto y de contratos, como dijo John Schilling, presidente de la American “Federation for Children”, sino que es una comunidad de estudiantes, familias y maestros que trabajan juntos en pos de avanzar el conocimiento y el aprendizaje, donde sea que los estudiantes se encuentren.