Sandra Benvenutty, tocadora y bailadora de bomba, posa el 30 de septiembre de 2022, en San Juan (Puerto Rico). (Foto: EFE/Esther Alaejos)

Siguiendo la percusión de los barriles, los bailadores empiezan tras saludar al tambor primo a realizar movimientos conocidos como piquetes en el género puertorriqueño de la bomba, que surgió del sincretismo de la cultura taína, africana y española, y que ahora está más presente que nunca en la isla.

De este ritmo reivindicativo, que nació entre los esclavos de Puerto Rico, hay actualmente de media más de doce eventos semanales en la isla, donde las nuevas generaciones le llaman «bombazo» y se han mostrado muy interesadas por aprender a tocar y bailar este género musical.

Para Omar Sánchez, bombero en el grupo Son del Batey desde hace 24 años, «es bien impresionante» la explosión de eventos, sobre todo tras la pandemia, recordando que cuando él empezó era de los pocos que tocaba frente al público.

«Hay veces que hay bomba en dos sitios a la vez y eso no pasaba cuando yo estaba empezando, en absoluto», subraya a EFE Sánchez, también conocido como «Pipo», uno de los artistas más veteranos del género.

«La diferencia en estos nada más dos años es demasiado, yo ni lo puedo creer, es como que guau, increíble», agrega «Pipo», sentado frente al barril fabricado con piel de cabra antes de comenzar a tocar junto a su grupo.

El género musical de la bomba está compuesto por los pasos básicos que toca el tambor buleador o seguidor, junto con el sonido del instrumento cuá (golpeo de la madera del tambor con palos) y la maraca, y la improvisación del tambor primo que sigue los más de 21 ritmos, entre ellos sicá, holandé y yubá, que le indica el bailador.

Fotografía cedida por el director del grupo Bomba pal pueblo, Christian Tonos, donde se muestra a Sheila Andrea Cortés, bailadora de bomba del grupo Bataklán durante una de sus presentaciones en San Juan (Puerto Rico). (Foto: EFE/Christian Tonos/Bomba pal pueblo)

NO ES CASUALIDAD QUE LA BOMBA ESTÉ DE MODA

Victor Emanuelli, de 46 años, se interesó por la Bomba a los 8 años influido por sus hermanos mayores y más tarde descubrió que su bisabuelo era un gran tocador. «Esto no es por casualidad, es porque muchas personas, me incluyo en esas personas, llevamos muchos años trabajando con esto», indica a EFE Emanuelli, que imparte clases de percusión de los tambores de bomba desde hace 25 años.

Cuenta que incluso hay personas de su generación y de generaciones más jóvenes que «saben más de la bomba y de la plena que sus padres y sus abuelos»: «Esto es hasta sorprendente», agrega.

Antes de comenzar una de sus clases, explica que «los primeros datos que aparecen de esta práctica realizada por los esclavizados son más o menos para el año 1700».

Más tarde surgió el género de la plena, también en auge en Puerto Rico y que es considerado «hermano» de la bomba.

«Siempre he descrito la bomba como la expresión más pura de lo que es ser puertorriqueño», destaca el instructor, añadiendo que «fue el resultado más inmediato del sincretismo de las tres etnias principales que componen el puertorriqueño».

PRESERVAR LA IDENTIDAD Y LA CULTURA

La familia Cepeda, del barrio de Santurce, es la más reconocida entre todos los bomberos porque es una de las que ha logrado preservar y difundir este baile tradicional, a través de Rafael Cepeda Atiles, conocido como el «patriarca» de la bomba.

William Cepeda, nacido en el pueblo costero de Loíza, es compositor, productor y músico instrumentista que transmite sus conocimientos sobre la bomba y propone nuevas fusiones de esta, con melodías de jazz.

La bomba es «el hambre de la gente de saborear su cultura, de sentir pertenencia, de resistir ante el colonialismo», sentencia. Como demuestran sus reivindicativas letras, es un ritmo de «resistencia»

Un ejemplo de ello es el proyecto que dirigió en 2020 en el barrio sanjuanero de La Perla, donde impartió varios talleres para enseñar a bailar y a tocar, y durante los que se construyeron 16 barriles para la comunidad.

Una de sus alumnas fue Rashelle Amanda Burnes, quien menciona que no se puede construir un barril y luego no tocarlo. Por ello, junto a dos compañeros, decidió empezar a reunirse a tocar y bailar bomba en La Perla todos los viernes.

«Desde entonces nos hemos reunido aquí todos los viernes, aunque llueva, es un compromiso comunitario, autogestionado, es un compromiso comunitario de corazón, un Batey donde todo el mundo está bienvenido», explica Burnes en uno de sus encuentros semanales desde el malecón de La Perla.

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