Por Colleen DeGuzman/KHN
KYLE, Texas – Los pasillos de la escuela secundaria Lehman lucían como cualquier otro en un día reciente de otoño. Sus 2,100 estudiantes hablaban y reían mientras se apresuraban a ir a sus clases en medio de paredes cubiertas de anuncios sobre eventos del baile de bienvenida, clubes y partidos de fútbol americano, entre ellos uno con un mensaje nuevo, que advertía a los estudiantes de que el fentanilo es extremadamente mortal.
Justo antes de que comenzara el año escolar, el Distrito Escolar Independiente Consolidado de Hays, que incluye a Lehman, anunció que dos estudiantes habían muerto después de tomar pastillas con fentanilo. Fueron las primeras muertes de estudiantes relacionadas con el opioide sintético en este distrito escolar del centro de Texas, que tiene campus de secundaria en Kyle y Buda, una ciudad cercana. En el primer mes de clases, se confirmaron otras dos muertes.
La reacción ha sido intensa, una mezcla de angustia y terror con ira y ganas de hacer. La comunidad, al parecer, está dispuesta a contraatacar. El sistema escolar ha dado prioridad a su actual campaña educativa contra las drogas. Los estudiantes hacen frente a sus conductas de riesgo y a la presión de sus compañeros. Y los padres intentan iniciar conversaciones difíciles sobre las drogas con sus hijos.
Están «agarrando el toro por los cuernos», dijo Tim Savoy, jefe de comunicaciones del distrito escolar. Pero también hay dudas sobre si esos esfuerzos serán suficientes.
El problema de sobredosis que afronta el distrito, que está justo al sur de Austin y a una hora al noreste de San Antonio, imita una tendencia nacional. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, en 2021 murieron más de 107,000 personas por sobredosis, todo un récord. La mayoría de esas muertes -7,238 de ellas- estuvo relacionada con el fentanilo y otros opioides sintéticos. La Administración para el Control de Drogas ha advertido que el fentanilo se encuentra cada vez más en «píldoras de prescripción falsas» que son «fácilmente accesibles y a menudo se venden en las redes sociales y plataformas de comercio electrónico.»
El jefe de policía de Kyle, Jeff Barnett, dijo que eso es un problema que afronta en su comunidad. «Probablemente podrías encontrar una píldora con fentanilo en cinco minutos en las redes sociales y probablemente concertar un encuentro en una hora» con un traficante, dijo Barnett.
La amenaza del fentanilo ha hecho que los estudiantes de secundaria sean más propensos a conseguir las píldoras letales. Pueden creer que están consumiendo drogas para fiestas que, aunque son ilegales, no son -por sí solas- tan mortales como el fentanilo.
Los chicos «no están comprando fentanilo intencionadamente», indicó Jennifer Sharpe Potter, profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento en UT Health San Antonio, en un testimonio durante una audiencia celebrada en septiembre ante la Cámara de Representantes de Texas. No saben qué hay en las pastillas que compran, añadió, y describió el problema como la «tercera ola de la crisis de sobredosis».
Kevin McConville, de 17 años, un estudiante de Lehman que murió en agosto, parece ser una de las víctimas de esta ola. En un vídeo producido por el distrito, los padres de Kevin explican con una inmensa tristeza en sus ojos que, tras la muerte de su hijo, se enteraron por sus amigos de que tenía dificultades para dormir. Tras tomar pastillas que creía que eran Percocet y Xanax, no se despertó.
Historias como esta han llevado al distrito escolar a emitir la siguiente advertencia en su página web: «El fentanilo está aquí. Tenemos que hablar del fentanilo. Y el fentanilo es mortal». Es 100 veces más potente que la morfina y 50 veces más potente que la heroína, según la DEA, y dos miligramos son potencialmente letales.
El distrito ha puesto en marcha la campaña «Lucha contra el fentanilo», que cuenta con la colaboración de la policía municipal y de los servicios médicos de urgencia. Hay un «HopeLine» al que los alumnos pueden enviar anónimamente información sobre compañeros que puedan estar consumiendo drogas ilícitas. A partir de sexto grado, los alumnos deben ver un vídeo de 13 minutos en el que se recalca lo peligroso y mortal que es el fentanilo y se explica cómo identificar si un compañero puede tener una sobredosis.
«Estamos reclutando a los estudiantes para que nos ayuden a ser los ojos y los oídos si están en una fiesta o en casa de un amigo», dijo Savoy.
El sistema escolar también espera concienciar a los estudiantes de los riesgos que afrontan. No se puede confiar en ninguna píldora, sea cual sea, que no proceda de una farmacia: «Es como jugar a la ruleta rusa», dijo Savoy.
El mensaje parece que está llegando. Sara Hutson, alumna del último año del instituto Lehman, dice que compartir pastillas que se venden sin receta, como Tylenol y Motrin, solía ser habitual, pero ya no lo considera seguro. Ya no confía.
Pero otros estudiantes no son tan precavidos. Lisa Peralta compartió en un post de Facebook en septiembre que su hija, que está en séptimo grado, admitió haber comido una «gomita para la ansiedad» que le dio su amiga. «Tengo miedo porque mi hija se deja llevar por sus amigos», escribió la residente de Kyle. «No confío en que no lo vuelva a hacer si se siente presionada».
Por muy claros que sean los mensajes del distrito y de los padres, a Savoy le preocupa que nunca sean suficientes porque los estudiantes son muy aventureros. «Es simplemente la mentalidad adolescente», dijo. «Piensan: ‘Somos invencibles; a mí no me va a pasar’. Pero está pasando en nuestra comunidad».
Aun así, los sentimientos de descontento y dolor son a veces palpables. Los estudiantes se pelean más en la escuela, dijo Jacob Valdez, un estudiante de décimo grado de Lehman que conocía a dos de los estudiantes que murieron. Eso puede estar pasando, añadió, porque «todo el mundo está angustiado».
La tensión no se limita a los estudiantes de intermedia y secundaria. También se ha vuelto muy real para los padres de los niños de primaria, desde que la DEA advirtió al público en agosto sobre las píldoras con fentanilo que parecen caramelos de colores brillantes. El distrito escolar de Hays también está colgando carteles de advertencia dirigidos a los estudiantes más jóvenes.
Jillien Brown, de Kyle, dijo que está preocupada por sus hijas, Vivian, de 5 años, y Scarlett, de 7. «Les hemos dicho que están ocurriendo cosas aterradoras, que la gente se está poniendo muy enferma y está muriendo por tomar lo que creen que son caramelos o medicamentos», indicó Brown. «Utilizamos la palabra ‘veneno’, como cuando Blancanieves mordió la manzana».
Pero la conversación debe ser continua, dijo Brown, porque al día siguiente de hablar con sus hijas, «un niño pequeño en el autobús les dio un caramelo y se lo comieron».
Del mismo modo, April Munson, residente en Kyle y antigua profesora de primaria, considera que todo es «desgarrador». Le mostró a su hijo de 9 años, Ethan, fotos de las píldoras multicolores de «fentanilo arco iris». «Es una conversación difícil de tener, pero las conversaciones difíciles son a menudo las más importantes», dijo. «Y, realmente, no puedes permitirte dejar de hablar del tema».
Y mientras los padres y los funcionarios escolares intentan evitar que el fentanilo vuelva a castigar, llega otro golpe de realidad.
El año pasado, el distrito escolar comenzó a almacenar en cada escuela un suministro de naloxona, el fármaco para revertir sobredosis, también conocido como Narcan. En lo que va de semestre, a pesar de todo lo que ha pasado, lo han tenido que utilizar para salvar a otros cuatro estudiantes, dijo Savoy. En un caso, los socorristas tuvieron que usar tres dosis para reanimar a un estudiante: el fentanilo «era así de fuerte», agregó.