En 2022, Estados Unidos registró su primer tiroteo masivo del año el 23 de enero. Para la misma fecha de este año, se habían producido seis masacres con arma de fuego cobrando la vida de 39 personas, de acuerdo con una base de datos elaborada por The Associated Press, USA Today y la Universidad Northeastern.
Los estadounidenses han aprendido a convivir con tiroteos masivos en iglesias, supermercados, conciertos, oficinas e incluso dentro de las viviendas de sus amigos o vecinos. La violencia se atribuye al odio hacia otras comunidades, rencores al interior de un grupo, secretos entre familias o roces entre compañeros de trabajo.
Las ventas de armas de fuego en Estados Unidos alcanzaron máximos históricos a medida que la pandemia de coronavirus se afianzaba en la nación, la economía se paralizaba y la gente salía a las calles para protestar contra la brutalidad policial y la desigualdad racial. Cerca de 23 millones de armas de fuego se vendieron en 2020, de acuerdo con analistas de la industria. El aumento en las ventas continuó en gran medida al año siguiente, registrando un alza del 75% en el mismo mes que una multitud irrumpió en el Capitolio federal, para después disminuir a unas 16 millones de armas vendidas este año.
Los expertos creen que hay 393 millones de armas de fuego en poder de particulares en Estados Unidos, que en 2022 contaba con una población de 333 millones de personas.
Algunos estadounidenses dijeron que no se sienten a salvo en ninguna parte. Una tercera parte señaló que evitan ir a ciertos lugares como resultado de ello, de acuerdo con la Asociación Estadounidense de Psicología, cuyo estudio más reciente muestra que la mayoría de los estadounidenses se sienten agobiados.
Dentro de las posibles soluciones, está el enseñar técnicas para resolver conflictos en las escuelas o volver a examinar la visión social de la masculinidad.
Invertir en el aprendizaje socioemocional, para enseñar a los niños y adolescentes a identificar sus sentimientos, cómo expresarse, y cómo manejar los conflictos.
Un total de 2.793 personas, según la base de datos, han perdido la vida en matanzas desde 2006. Se considera una masacre cuando mueren cuatro o más personas, sin incluir al asesino. Y la reciente oleada de violencia se produce luego de un repunte similar en 2022, cuando Estados Unidos registró 42 masacres, la segunda cifra más alta en ese lapso.
El caso de lo que sucedió en Virginia cuando un pequeño de 6 años baleó e hirió a su profesora frente a sus compañeros, se hubiera evitado si las autoridades de la escuela no hubieran menospreciado las advertencias de que el niño había hecho amenazas y probablemente armado.
Dos estudiantes adolescentes fueron asesinados en un tiroteo escolar en Iowa
Para algunos, la violencia está relacionada con un periodo enajenante en la historia estadounidense que ha aislado a las personas y ha mermado la capacidad de afrontar las dificultades de la vida.
“La pandemia (de coronavirus) ha intensificado y acelerado muchas tendencias peligrosas. Estamos experimentando una recesión social que literalmente está quebrando nuestras almas”, dijo a AP el reverendo Jonathan Lee Walton, presidente del seminario teológico de Princeton. Mencionó la disminución en la participación religiosa y cívica.
“Estamos normalizando enfermedades de desesperación como la soledad, la adicción y la violencia con armas”, dijo Walton. “Las redes sociales, la misa a través de Zoom, el trabajo en casa y la realidad virtual podrían ser ‘convenientes’, pero son sustitutos moralmente débiles de las conexiones humanas».