(Foto: EFE/Archivo)

La dieta pobre en vegetales frescos y la vida sedentaria contribuyen a un fuerte incremento en los diagnósticos de cáncer colorrectal avanzado y entre personas más jóvenes en Estados Unidos, indicó un estudio publicado este pasado  1 de marzo.

«Sabemos que hay áreas en el país donde no hay mercados que ofrezcan productos frescos. Son los ‘desiertos de comida’. Aunque hay comida, a veces no hay comida saludable», dijo la doctora Ana María López, directora de Oncología Médica en el Centro Sidney Kimmel de Cáncer en la Universidad Thomas Jefferson.

Fotografía cedida por el Centro Sidney Kimmel de Cáncer, donde aparece la Dra. Ana María López, directora de Oncología Médica en el Jefferson Health de este centro de la Universidad Thomas Jefferson en Filadelfia, Pensilvania. (Foto: EFE/Centro Sidney Kimmel de Cáncer)

«Otro factor que aumenta los riesgos de cáncer de colon es el estilo de vida, la vida sedentaria que contribuye a la obesidad», añadió.

El informe, publicado por la Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer (ACS) en la revista especializada, indica que la proporción de personas en Estados Unidos diagnosticadas con cáncer colorrectal en su etapa avanzada aumentó de 52 % a mediados de la década de 2000 a 60 % en 2019.

Además, los diagnósticos de personas menores de 55 años se duplicaron del 11 % en 1995 al 20 % en 2019.

La ACS calcula que este año unas 153.020 personas tendrán un diagnóstico de cáncer colorrectal y más de 52.500 morirán a causa de la enfermedad.

La tasa de mortalidad por cáncer colorrectal de 1995 a 2019 ha disminuido un 3 % anual entre la población en general, aunque la disminución ha sido un poco menor, de 2 %, entre los latinos, dijo la Dra. López.

Desde 2001, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han recomendado el examen para la detección de este tipo de cáncer a las personas mayores de 45 años.

«Tal vez no se piensa que en personas más jóvenes podría haber este tipo de cáncer, porque no era común», dijo la Dra. Ana María, hija de padres médicos e inmigrantes. «Puede ser en parte resultado de la nutrición, de lo que comemos. Hay cambios genéticos, tal vez».

«Está también la obesidad, hay mucho sobrepeso. Muchas veces las dietas que comemos son bajas en fibra y tienen mucha grasa», añadió.

López explicó que una dieta más saludable incluye una reducción en el consumo de azúcar, y un aumento en el consumo de vegetales, y añadió la recomendación del ejercicio físico.

«El cuerpo necesita ejercicio. La comida nos da energía y uno tiene que usar esa energía. Quizá debemos usar menos la palabra ejercicio porque la gente piensa que tiene que ir (al gimnasio) y hacer mucha fuerza», expuso.

La especialista precisó que de lo que se trata “es de mover el cuerpo, que los músculos sientan que viven».

Consideró que la gente que viene de otro país quizá tenía una dieta más saludable con acceso a verduras frescas. “Algo que puede hacerse aquí es vincular más a la gente con las granjas», dijo.

«En las ciudades mismas la gente puede tener sus huertas donde puedan cosechar sus verduras», puntualizó.

Dentro de las frutas con más propiedades y fibra está el kiwi, aunque el plátano es, probablemente, una de las frutas con más fibra que tenemos más a mano.  Dentro de los vegetales podemos optar por las espinacas, las zanahorias y los hongos también son buena y más accesible fuente de fibra.

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