Después de meses de bombardeo mediático, finalmente se realizaron las elecciones primarias en Filadelfia, en la que es ya considerada la carrera hacia la alcaldía, más cara de su historia.
En 2015, las primarias demócratas ganadas por Jim Kenney costaron $29 millones, tenían el primato de las más costosas. Pero según los cálculos publicados por WHYY una semana antes de 16 de mayo, esta elección del 2023 ya superaba esa cifra, con $31 millones ya gastados a finales de abril, en la ciudad grande más pobre de los EE. UU.
A pesar de ello, y de que hubo un tiempo espléndido sobre la ciudad, el porcentaje de ciudadanos registrados que salieron a votar fue más bien bajo; dejándose notar que, para muchos constituyentes, incluidos los latinos y los hispanos, las elecciones no son todavía un evento que les merezca atención, que merite la molestia de desplazarse hasta un centro electoral, o simplemente que la desconfianza en el sistema político, y sus protagonistas, está prevaleciendo.
Aunque los resultados preliminares revelan que los códigos postales con más afluencia en las votaciones recientes provienen de las comunidades negras y morenas, el no votar masivamente, por apatía, o por rebeldía, es una condición que debilita la visibilidad de la comunidad hispana y disminuye sus posibilidades de ser apoyada y asistida desde las altas esferas del gobierno local, estatal y federal.
Los, para muchos, sorpresivos resultados, arrojaron una indiscutida victoria para Cherelle Parker en el frente demócrata, al tiempo que los concejales Quetcy Lozada, del Distrito 7, y Anthony Phillips del 9, pudieron mantener las sillas que habían obtenido en las elecciones especiales el año pasado, después de que Maria Quiñones y Parker dejaran esos espacios para optar por la alcaldía.
Los que las favorecieron con su voto confían en su experiencia, pero también en que tengan la garra para hacer los cambios necesarios.
Aunque se ha progresado en la educación ciudadana y en difundir el mensaje de la importancia del compromiso cívico como votantes latinos; en la medida que todas las partes reconozcan el peso de esta comunidad, tal como se refleja en el censo, poco a poco el voto de los diversos grupos latinos conquistará su valor electoral real.
Sin un escaño latino en los concejales At Large, a pesar de que muchos vecindarios de Filadelfia se han latinizado a ritmo rápido, dependerá del cumplimiento del compromiso de Parker de incorporar a su gobierno la agenda latina que dejará MQS, el que se obtengan avances concretos para los latinos.
A pesar de que muchos activistas se movilizaron para sumar votantes al registro, y de que en algunos sectores ha crecido la conciencia electoral, las dos candidatas latinas, Erika Almirón y Luz Colón, no lograron obtener los votos necesarios, aun cuando los votantes latinos potenciales tienen los números para elegirlas.
El convertir las laméntelas en votos, es un deber moral y no solo cívico; mantener a los políticos electos bajo la mira, sí importa. Hay que dejar de permitir que otros decidan por nosotros.
En su libro de reciente publicación “Generación idiota”, el politólogo argentino Agustín Laje critica fuertemente esta deriva social posmoderna que lleva al hombre a querer pasarse la vida “mirando su propio ombligo”. Para los griegos, el término “idiota” significa el hombre que no participa en las decisiones de la polis, en los destinos y el futuro de su ciudad o su país; o porque es perezoso intelectual, o porque es pobre de medios y de espíritu, o simplemente porque a su pasmada inteligencia no le importa que otros decidan por él. Tenemos que superar la indiferencia o la inútil rebeldía, para ir saliendo de esa categoría, de ser un 0 a la izquierda.