Norristown, PA – Estamos culminando el mes que la “Herencia Inmigrante”, donde se honra a las personas procedentes de otros países que han contribuido a formar la diversidad que hoy caracteriza a EE. UU; como Baruj, un joven que llegó a esta nación para convertirse en uno de los científicos latinoamericanos más famosos del mundo.
Baruj Ernesto Benacerraf Bolaños, nació el 29 de octubre de 1920 en Caracas, Venezuela, su padre era un inmigrante judío marroquí-español, y su madre, una mujer venezolana inmigrante de la Argelia francesa. A la edad de cinco años él y su familia se fueron a vivir a París, donde pasaría su infancia sufriendo de asma; situación que lo motivaría a estudiar medicina. En 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial y la familia Benacerraf regresó a Venezuela. Al año siguiente, migraron a la ciudad de Nueva York en los Estados Unidos, donde su padre encontraría mejores oportunidades de negocio en la industria textil. A los 20 años, Baruj ingresó a la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Columbia, donde obtuvo un título en biología. Posteriormente, se propuso estudiar medicina, pero fue rechazado de 25 escuelas por ser un extranjero judío-franco-hispano. A pesar de que en ese tiempo Estados Unidos era un país fuertemente antisemita, Baruj no se rindió. Finalmente, se enlistó en la Facultad de Medicina de Richmond, Virginia; gracias a la recomendación del padre de un amigo, que conocía al presidente de esta institución. Fue aceptado entre un grupo de 80 estudiantes donde había dos judíos, y sólo un hispano. Así, comenzaría la exitosa carrera científica del Dr. Baruj Benacerraf en el área de la inmunología (rama de la medicina que estudia la respuesta fisiológica del organismo a la presencia de antígenos como microorganismos o toxinas).
En 1943 se convirtió en ciudadano estadunidense, y durante la Segunda Guerra Mundial, fue reclutado por el ejército con otros estudiantes de medicina. A lo largo de su vida profesional desempeñó varios cargos importantes en diferentes instituciones de Estados Unidos, consolidándose como uno de los inmunólogos más importantes del Siglo XX. En 1980, obtuvo el premio Nobel de Medicina junto con dos de sus colegas por descubrir que los genes regulan la respuesta inmune del organismo frente a un antígeno. Es decir, “Heredamos la forma como nuestro cuerpo se defiende ante la invasión de un agente extraño”. Esto sentó la base para el trasplante de órganos y tejidos, y el estudio de la susceptibilidad a ciertas enfermedades infecciosas y autoinmunes. El Dr. Benacerraf nunca olvidó su herencia latina, fundó el Hospital de Clínica Caracas y ayudó a desarrollar los estudios de genética e inmunología en Venezuela. Murió el 2 de agosto de 2011 en Boston, Estados Unidos.