Filadelfia está todavía lidiando con el shock y el asombro que han dejado las circunstancias en las cuales el joven Eddie «Junito» Irizarry, de origen puertorriqueño, fue baleado y ultimado en cuestión de segundos por un agente de policía de la ciudad. Según el confuso relato, el policía Mark Dial junto a su compañero de patrulla, habrían hecho un alto al conductor, el cual, según el reporte, no atendió, y terminó en una absurda fatalidad.
La indignación de la comunidad puertorriqueña y latina de la ciudad ha ido escalando a medida que se han que se han ido revelando los hechos. La primera versión que buscaba poner la responsabilidad en la víctima, por una supuesta conducta agresiva, quedó rápidamente desmentida cuando videos de vigilancia de los vecinos mostraron que el primer agente desciende de la patrulla, rápidamente circunda el auto por engrente y en cuestión de segundos descarga todo su arsenal de 6 tiros sobre la humanidad de Irizarry, impactándolo en el rostro, el pecho, el hombro y la espalda, según un email interno de la policía que fue obtenido por el periódico The Inquirer.
Todo el relato y las circunstancias específicas son materia de investigación, y se sabrá más cuando la policía libere las grabaciones de las cámaras corporales de los agentes.
Aunque la ley sancione el conducir en contravía y presumiblemente bajo el efecto de alcohol u otra sustancia; el que se hayan encontrado dos cuchillos en su auto no está tipificado como delito; y nada parece justificar la acción desproporcionada del policía.
Ninguna de las conductas reportadas justificaba el aplicar una sentencia de muerte fulminante como la que encontró Eddie en esa tarde del pasado lunes 14 de agosto, en una calle de Kensigton.
Vuelve nuevamente bajo el escrutinio público y los reflectores de la nación el enquistado problema de la brutalidad policial, que ha traído dolor a tantas familias y generado tanto malestar y protesta social durante años en este país. Porque después de cada episodio de violencia excesiva y de las muertes injustificadas, siempre se habla de que se hará una investigación a fondo; que se tomarán correctivos, que se darán cursos y entrenamiento a los cuerpos policiales para evitar que infracciones menores como esta terminen en tragedias mayores como esta, pero los resultados siguen siendo muy pobres.
Más allá de la tragedia familiar y del drama de una vida segada a medio camino, está el problema de la gran herida social que estos hechos generan, por el resquebrajamiento de la confianza que las comunidades deben tener y quieren depositar en sus cuerpos de seguridad; máxime en zonas deprimidas y azotadas por temas de pobreza, violencia callejera o abuso de substancias, como es el caso de Kensington. Porque, precisamente en estos lugares es donde urge más que nunca una alianza entre los vecinos y las fuerzas policiales, para poder presentar un frente más unido y eficaz contra el accionar de los carteles y el crimen organizado.
Los que conocieron al joven boricua, lo describen como una buena persona y servicial.
La familia de Eddie, un amplio espectro del liderazgo latino y los vecinos del barrio, ciertamente esperan que se aclare y se haga justicia en el caso de esta muerte insensata; pero más allá de eso, el Departamento de Policía y la autoridad municipal quedan en deuda ante la población; no solo con una excusa pública por la primera versión amañada y encubridora de los hechos; en deuda de no actuar rápidamente en pro de facilitar la justicia, y en deuda cívica para tratar de reparar el enorme daño a la confianza en sus agentes, que un acto como este deja entre los miembros de la comunidad.
En la conferencia de prensa de los políticos y lideres de varias grandes organizaciones latinas, en las instalaciones de Concilio resonó la demanda de honestidad y respeto de parte de las autoridades de Filadelfia, que han venido contando un terrible cuento como lo describe Will Gonzales. El Rev. Luis Cortes Jr. dijo que a lo que la Policía llama desinformación, más bien parece ser conspiración.
Todo está por aclararse, y por ver cuál será la reacción de las autoridades ante las nuevas revelaciones que contradicen ampliamente y exponen a la versión original de la Policía.
Si bien el jueves anunciaron los familiares de Irizarry han visto las imágenes del tiroteo con la cámara corporal de la policía, quieren que se haga pública una versión sin editar.
Su abogado de la familia Kevin P. O’Brien, fue enfático al denunciar como se ha venido manipulando el lenguaje, llamando arma lo que parece ser una navaja de mano que presuntamente ni siquiera fue empuñada, y por lo tanto no representaba peligro inminente para el policía, que hasta ahora solo ha sido suspendido por su falta de colaboración en la investigación.
La “bodycam” refuta los informes policiales, las imágenes proporcionan una irrefutable prueba más, de que la versión policial inicial de este tiroteo era falsa. ¿Cómo responderán las autoridades a la vapuleada comunidad puertorriqueña y latina de Filadelfia?.
Esta historia continuara…