Los devastadores acontecimientos del 7 de octubre de 2023 y los posteriores actos de terrorismo de Hamás en Israel han marcado un capítulo oscuro en la historia moderna. Sus acciones, muchas de las cuales han sido capturadas en vídeo, representan una espantosa violación de los derechos humanos y la dignidad. La agresión, la violación y el asesinato de personas inocentes, incluidos bebés, niños, mujeres, hombres y ancianos, junto con el secuestro de sobrevivientes del Holocausto y la matanza bárbara de más de mil israelíes, son actos de horror indescriptible. No debería haber lugar para tales atrocidades en nuestra sociedad.
El silencio de gran parte del mundo ante estas atrocidades es profundamente preocupante. El hecho de no condenar universalmente tales actos no sólo socava la lucha global contra el terrorismo y la violencia, sino que también traiciona a las víctimas de estos crímenes atroces. La Biblia nos recuerda: «Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9). Como pacificadores, debemos alzar la voz contra esos actos de violencia y terror.
Esta situación exige especialmente una postura unida contra ese mal. La amenaza emitida por Irán y Hamás, que incluye su compromiso con el genocidio de judíos, es una grave preocupación que exige atención y acción global. La historia del pueblo judío, marcada por la persecución y el sufrimiento, particularmente durante el Holocausto, debería recordarnos a todos las consecuencias catastróficas del odio y la violencia desenfrenados.
En Filadelfia, grupos pro-palestinos habrían acusado de genocidio a empresas de propiedad judía, acciones reconocidas por la Casa Blanca y el gobernador Shapiro como antisemitas. Esta retórica de odio sirve como un doloroso recordatorio de que la lucha contra el antisemitismo y el terrorismo está lejos de terminar.
Nuestra historia como pueblo latino ha estado marcada por luchas contra la opresión y la lucha por la dignidad y el respeto. Entendemos el dolor de ser mal entendido y tergiversado. Hemos experimentado esto en nuestro pasado y podemos experimentarlo en nuestro futuro. Sin embargo, siempre hemos sido resilientes.
Adoptar una postura unificada contra el odio de cualquier tipo no debería sorprender a nadie.
El sufrimiento infligido por esos conflictos es universal y afecta tanto a las familias palestinas como a las israelíes. El anhelo de paz, armonía y prosperidad es un hilo conductor que une a todas las personas. Nuestras voces, unidas en la fe y la compasión, pueden ayudar a allanar el camino hacia un futuro en el que el amor supere al odio y la paz triunfe sobre la violencia.
Esta visión de paz y reconciliación es por lo que debemos luchar; un mundo donde la violencia sea reemplazada por comprensión y el odio por unidad. En ese sentido, el constante bombardeo de Gaza genera preocupación y un profundo deseo que ambas partes reconozcan la necesidad de una solución de dos Estados, el fin del genocidio y del odio cultural y religioso.