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(Foto: Archivo)

Las organizaciones sin fines de lucro suelen depender de programas locales, estatales o federales que asignan fondos para sus intereses especiales, lo que las convierte en una parte vital de nuestro panorama democrático. Estas organizaciones suelen obtener fondos para programas a través de donantes generosos y diversos mecanismos de recaudación de fondos, que a menudo las clasifican como entidades 501(c)(3). Esta clasificación permite que las donaciones sean deducibles de impuestos, pero limita su capacidad para participar en actividades políticas.

Algunas organizaciones también se han incorporado como entidades 501(c)(4), lo que les permite hacer donaciones políticas y respaldar candidatos. Estas organizaciones sin fines de lucro generalmente existen para abogar por cambios en las reglas, políticas o leyes que beneficiarían a las comunidades que representan.

Muchas de estas organizaciones dudan en involucrarse en cuestiones electorales, por temor a infringir la ley sin darse cuenta. Sin embargo, está claro que todas las organizaciones sin fines de lucro pueden participar en actividades no partidistas de registro y participación electoral, siempre que estas actividades no estén dirigidas por candidatos o se realicen en nombre de un partido político.

Al mismo tiempo, estas comunidades pueden abogar por diversos temas, como proyectos de ríos limpios, carriles para bicicletas, programas extraescolares, prácticas judiciales progresistas, oposición a la pena de muerte y derechos al aborto. Los grupos comunitarios a menudo utilizan tácticas como visitas a funcionarios electos, redacción de cartas y campañas de peticiones, marchas, manifestaciones e incluso desobediencia civil para llegar a políticos o líderes corporativos.

Por ejemplo, si un político recibe una petición con 10.000 firmas, pero solo 300 son de votantes de su distrito legislativo, puede que no haya mucha urgencia para responder. Sin embargo, si 9.700 de esas firmas son de votantes del distrito, podría afectar significativamente su atención y sus acciones.

Además, estos grupos comunitarios pueden influir en los donantes para que reconsideren sus contribuciones en función de cuestiones específicas. Los registros públicos de las fuentes de financiación de los candidatos se pueden utilizar para afectar a esta donación o para recaudar fondos para fortalecer las actividades de defensa de los intereses de los candidatos.

Es notable que la Asociación Nacional del Rifle (NRA) todavía se considere una organización sin fines de lucro, y que algunas iglesias evangélicas puedan difundir sus agendas políticas sin sanciones. Las grandes corporaciones cada vez temen más que las lleven a los tribunales y las obliguen a cambiar sus políticas, como sucedió con la industria tabacalera y las empresas automovilísticas para garantizar la seguridad de la comunidad.

El poder de las organizaciones sin fines de lucro es extraordinario. Ejemplos históricos como el boicot a los autobuses de Montgomery, el boicot a las uvas y las lechugas y la desinversión en Sudáfrica demuestran el impacto potencial de los esfuerzos organizados y dedicados. Estos movimientos exigieron un inmenso trabajo y sacrificio, pero finalmente tuvieron éxito.

Los grupos comunitarios tienen una gran cantidad de herramientas a su disposición para cambiar sus circunstancias. Es crucial que organicen, eduquen y motiven a los miembros de la comunidad para que se den cuenta de su poder: el poder del pueblo. Si un grupo local o de condado puede aumentar el porcentaje de votantes registrados y la participación electoral cada año, pronto captará la atención de los políticos.

Consideremos lo siguiente: la última elección presidencial se decidió por menos del uno por ciento de los votos en cuatro estados, lo que representa 57 votos electorales. Las elecciones a nivel local y estatal se han decidido por márgenes tan pequeños como 300 a 1.000 votos. Si una organización puede lograr que haya participación electoral, no será olvidada. Cada voto es crucial.

Ya existen muchas organizaciones excelentes no partidistas de registro de votantes, y las organizaciones sin fines de lucro deberían colaborar con ellas. Como mínimo, estas organizaciones sin fines de lucro deberían asegurarse de que todos sus miembros sean votantes activos. La democracia depende de nuestra participación en el gobierno, y una de las mejores maneras de hacerlo es alentar a todos —sí, a todos— a votar. No basta con votar usted mismo; también debe lograr que sus familiares, amigos y asociados voten. Recuerde: ¡usted puede marcar la diferencia

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