En la pasada década se ha acrecentado la polarización política en Estados Unidos, que ha ido tomando aspectos cada vez más radicales. Prejuicios raciales o políticos, prejuicios de género, religiosos, y muchos otros que contribuyen a esta realidad paralela en la que no se gana realmente y todos pueden perder mucho.
Cuando algunos convierten esos prejuicios en comportamientos de rechazo o xenofobia hacia aquellos a quienes ven como un peligro, entonces a menudo se reacciona en manera tan agresiva y visceral que se termina iniciando una espiral de violencia, daños y actos criminales que solo pueden conducir la sociedad hacia el abismo. Y cuando esto sucede, casi siempre hay un grupo más débil que sufre los ataques a su dignidad y a los derechos que les garantiza la constitución.
Uno de los grupos más vulnerados es el de las mujeres, tanto en el ámbito familiar y social, como en el laboral y político.
En la actualidad se puede constatar que la espiral de violencia doméstica continúa dejando miles de mujeres agredidas física y sexualmente, además de las tantas que siguen siendo asesinadas.
Según cifras del Observatorio Mundial sobre Población, tan solo en Pensilvania 4.351 mujeres han sido agredidas sexualmente en lo que va de 2024, es decir, 34 por cada cien mil. Por su parte, el Centro Nacional de Recursos sobre la Violencia Sexual (NSVRC) afirma que una de cada cinco mujeres en el país ha sufrido una violación o un intento de violación a lo largo de su vida.
Surge la pregunta legítima de si el reciente triunfo de Donald Trump podrá jugar un papel negativo, que empeore a la de por sí penosa realidad, dados los comentarios que ha hecho minimizando la gravedad de tocar abusivamente a una mujer, o afirmando, como lo ha hecho hace poco, que “las voy a cuidar, incluso si no quieren”, aseveraciones que preocupan, conociendo sus antecedentes.
En una reciente reflexión, la psicoterapeuta Harriet Fraad afirma que la liberación de la mujer de su posición tradicional, como ama de casa que cuidaba niños y dependía de su marido, ha dejado a muchos hombres con una enorme carga de inseguridad, que hoy podría estar causando estas reacciones de conducta tóxica y posesiva y con frecuencia agresiva hacia mujeres que antes podían considerar como una cierta forma de propiedad privada.
Con francos toques de fanatismo y culto, se percibe un hilo conductor entre la misoginia, y la xenofobia, y las muchas otras fobias MAGA, el representante demócrata por Texas James Talarico, una voz potente de los evangélicos blancos que van contra tendencia, alejándose de la mayoría que sigue votando por el trumpismo, reflexiona sobre el papel del nacionalismo cristiano y la derecha religiosa, jugaron en la victoria del ahora presidente electo, afirmando que adjudicarle a Trump una especie de misión divina, calificándolo de “talibanizar” la fe cristiana, convirtiéndola en un arma política para descalificar oponentes y revestirse de un mandato mesiánico no concedido, y que justifica las alertas de que se trata de un potencial gobierno fascista.
Si bien entre quienes votaron por Trump hay muchos ciudadanos siguiendo sus prioridades y con base en la desinformación, también entre quienes lo apoyaron se encuentran decenas de grupos extremistas y con reminiscencias supremacistas que, envalentonados por el triunfo de quienes sienten lo representa, han salido a provocar con sus banderas con esvásticas, como sucedió en Ohio, Michigan y en los suburbios de Filadelfia.
A esto se suma el acoso mediante mensajes telefónicos dirigido a minorías racializadas, junto con las amenazas de violación hacia estudiantes de diversas escuelas que proliferan en redes sociales, ha alcanzado niveles alarmantes.
Esta situación exige respuestas coordinadas y contundentes para frenar la violencia y proteger a las víctimas.
Este alarmante escenario podría motivar a quienes verdaderamente aman este país, y en especial a los que como cristianos deberían de sacar lo mejor de sí mismos para detener estos amenazantes brotes de violencia directa y de mensajes. Es necesario unir esfuerzos hacia la reconstrucción del tejido social de una nación que, debido a una visión ofuscada, o principios corruptos, han elegido a Trump, un abusador sexual, (entre otros muchos delitos de los que se le ha hallado culpable), algo que ha dejado al mundo atónito y profundamente preocupado.