El plan para secuestrar a la gobernadora de Michigan, la demócrata Gretchen Whitmer, ha puesto al descubierto las actividades clandestinas de «Wolverine Watchman», una de las milicias de ultraderecha que han aflorado en Estados Unidos ante la pandemia y las protestas raciales.
Las autoridades destaparon el 8 de octubre un presunto complot de este grupo armado, prácticamente desconocido hasta ahora, destinado a secuestrar y quizá matar a la gobernadora, quien ha sido criticada por sus órdenes para contener el coronavirus, que estos sectores consideran que atentan contra sus libertades constitucionales.
Los detenidos por este plan son seis hombres a los que se imputan cargos federales relacionados con el complot para secuestrar a Whitmer antes de las elecciones del 3 de noviembre, con el presunto fin último de desencadenar una guerra civil en el país.
También hay otros siete sospechosos detenidos, que enfrentan cargos estatales bajo la ley antiterrorista de Michigan.
Ya desde abril, grupos armados han protagonizado protestas frente al Capitolio estatal en Lansing, la capital de Michigan, oponiéndose a las medidas de la gobernadora, y en una ocasión varios de estos milicianos fueron detenidos intentando acceder al hemiciclo.
Según la información dada por las autoridades, el grupo, que había sido infiltrado por informantes de la policía federal (FBI), en un principio consideró la toma del Congreso estatal de Michigan, pero ante la magnitud de una operación, que calcularon que requeriría más de 200 milicianos, cambiaron de objetivo. Su plan pasó a ser el secuestro de la gobernadora demócrata para llevarla a un escondite situado en un lugar remoto de Wisconsin y juzgarla por «traición», sin descartar acabar con su vida. Uno de los detenidos, Joseph Morrison, considerado el «fundador» y «comandante supremo» de la milicia, utilizaba una propiedad destartalada en un área rural en la localidad de Munith, unos 120 kilómetros al este de Detroit, para adiestrar a los miembros. Los vecinos venían escuchando disparos y ráfagas de armas de alto calibre procedentes de ese lugar, sobre todo los fines de semana, como si se llevase a cabo prácticas de tiro, por lo que sospechaban que se trataba de entrenamientos de una milicia. La presencia de estos grupos ultraderechistas armados, que antes mantenían un perfil más bajo, se ha hecho bastante habitual en Estados Unidos a raíz de la pandemia, pero sobre todo en respuesta a las protestas contra la brutalidad policial y el racismo. Ahora es frecuente ver a grupos de milicianos armados en protestas antirracistas, según ellos, para proteger la propiedad privada y mantener el orden en caso de disturbios o saqueos. Estos grupos parecen haberse visto envalentonados por el presidente de EE. UU., Donald Trump, que ha visto en ellos un nicho de votos y en ocasiones ha eludido condenar sus actividades o incluso las ha respaldado.
Pocos meses después de ocupar la Presidencia, Trump se negó a condenar la violencia de los supremacistas que en agosto de 2017 protagonizaron una exhibición de fuerza en Charlottesville, vestidos de milicianos y con un desfile con antorchas de tono neonazi, y que terminó con la muerte de una manifestante antirracista.
Trump responsabilizó entonces de la violencia tanto a los grupos neonazis como a los manifestantes de izquierda y aseguró que había gente «muy buena» entre los supremacistas.
En el debate que mantuvo hace dos semanas con su rival electoral, el demócrata Joe Biden, Trump se negó también a condenar a otro de estos grupos, los «Proud Boys», al que pidió que «diera un paso atrás y permaneciera preparado» ante posibles disturbios raciales.
Un día después, las redes sociales se llenaron de mensajes en los que los nacionalistas blancos adoptaban esa frase como eslogan y celebraban el respaldo tácito de Trump.
En el caso del complot contra la gobernadora, Trump escribió el pasado 17 de abril un tuit que rezaba: «¡Liberen a Michigan!», supuestamente dirigido a los militantes de extrema derecha que se oponían a las medidas de confinamiento decididas por Whitmer.
Preguntado si pensaba que el tuit de Trump animaba a las milicias radicales, Biden respondió afirmativamente y dijo que «las palabras que pronuncia son importantes».
La gobernadora, por su parte, dijo que los extremistas escucharon el debate e interpretaron las palabras de Trump «no como una censura, sino como un grito de guerra» y «una llamada a la acción».
«Fue mi Departamento de Justicia el que los arrestó», pero Whitmer «va a montar su espectáculo político», respondió Trump a estas críticas, mientras que su secretaria de prensa, Kayleigh McEnany, aseguró que el gobernante «ha condenado continuamente a los supremacistas blancos y todas las formas de odio».
Alarmante aceptación de la violencia
Aunque, los neonazis y supremacistas blancos siguen siendo muy minoritarios, su presencia ha ido en aumento en esta administración. En una encuesta de YouGov, hace tres años un 8 % de los estadounidenses consideraba justificado que un partido usara la violencia para promover sus objetivos políticos, otra realizada en septiembre de este año esa cifra era más del 30 %.
Fuente EFE