Filadelfia. PA – El COVID-19 tocó nuestras puertas hace 8 meses, pero su aparición inesperada sorprendió al mundo a finales del 2019 en China. Los meses de confinamiento obligado paralizaron la economía mundial, la vida social y, principalmente, el derecho de amarnos en el plano tangible. Así, cada ser humano puede narrar una historia diferente de vivencias, limitaciones y desafíos. Por primera vez el mundo sintió una impotencia colectiva, porque la vida de las personas se iba de nuestras manos sin poder entender lo que estaba ocurriendo.
Mi historia tiene muchos altos y bajos. La incertidumbre de estos meses me obligó a meditar sobre mi propósito de vida y la esperanza de un mejor mañana. El temor a un túnel oscuro me quitaba muchas veces el sueño. Me imaginaba que pronto la pesadilla se atenuaría y que la luz radiante me acogería en su regazo.
Se esperan meses de un nuevo confinamiento
La realidad es que hoy, la pandemia todavía sigue caminando en silencio por las calles, usurpando la paz a quién encuentra desprevenido a su paso.
El no poder convivir con mi familia, amigos, compañeros de trabajo y vecinos no es nada fácil; por el contrario, cada día se me hace más difícil. Extraño mucho la camaradería de cada encuentro; el apretón de manos, el beso en la mejilla y el caluroso abrazo del ritual amistoso; pero, entiendo que tengo que hacer un sacrificio para disfrutar del regalo de verlos sanos y salvos de nuevo en el futuro.
La pandemia me ha enseñado a valorar mucho más cada minuto de mi vida. La reflexión me ayudó a lidiar con los pensamientos negativos y abrumadores de sobrevivencia. Como el ave fénix, tuve que renacer de mis propias cenizas para crear una mejor versión de mi existencia. Esa llama interior me da fortaleza para afrontar la montaña de desafíos con mucha gratitud, porque cada día tengo la oportunidad de ver la luz tras cada amanecer.
Este año mi mesa de Día de Acción de Gracias celebrará el regalo de vida y de memorias compartidas. Recordaré el calor de cada abrazo, las risas, el bullicio de una conversación amena y, en especial, la renovación del amor familiar en la distancia.
Mi corazón también se sentirá afligido porque muchos llorarán a sus muertos. Qué difícil pensar en la tristeza de sentir un desierto en el corazón. Necesitamos unirnos en un gesto de solidaridad comunitaria para poder salir victoriosos de esta batalla.
Mi gratitud infinita a la vida por el hoy, y mi esperanza por un mañana lleno de fe para un mundo mejor.
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