Personal de colegios electorales prepara las cajas de los votos anticipados en el Coliseo Roberto Clemente en San Juan, Puerto Rico. EFE/Thais Llorca/Archivo

El pasado martes 3 de noviembre, justamente hace un mes, los puertorriqueños tuvieron su proceso electoral, que ocurre cada cuatro años y en el que se elige todo el aparato gubernamental nacional (gobernador, legisladores, senadores y comisionado residente); los alcaldes y las legislaturas de los 78 municipios en los que está dividida la Isla. A pesar de que en estas elecciones se incluyó una consulta sobre la estadidad, la participación electoral fue una de las más bajas registradas en los últimos 70 años. Solo votaron 1,244,841 electores (52.8 por ciento). Valga decir que también estas elecciones fueron las más diversas en la joven historia electoral de Puerto Rico.

Si comparamos estos resultados con las elecciones del 2016, nos daremos cuenta de quién realmente salió victorioso en las elecciones del 2020. En las elecciones del 2016 el PNP obtuvo un 41 por ciento del voto (660,510); en la contienda del 2020 ese mismo partido obtuvo 406,830 votos, (32.9 por ciento); o sea que el PNP obtuvo 253,680 votos (8 por ciento) menos. Este mismo partido en el 2008 obtuvo 1,025,935 de votos, la más alta cantidad de votos en su historia como partido. Desde entonces ha venido perdiendo votos aceleradamente en las últimas 3 elecciones generales.

En el Senado este partido solo mantuvo 8 de los 21 asientos que ostentaba desde el 2016. En la Cámara de Representantes tampoco le fue bien al PNP; de los 34 representantes que logró elegir en 2016, solo pudo mantener 16 representantes en estas elecciones. Esto representa una pérdida de 13 senadores y 18 representantes. Aunque ganó la gobernación (y solo por un estrecho margen de 1.37 por ciento), perdió el Senado y la Cámara de Representantes. Estos números representan una dura derrota para el PNP. Entre el 2008 y el 2020 el PNP ha perdido a 619,105 votantes. Es un partido en decadencia que ya ni siquiera representa a los que favorecen la estadidad.

El Partido Popular Democrático (PPD) no está muy lejos de la decadencia del PNP. En las elecciones del 2016 ese partido obtuvo 614,190 votos (38.8 por ciento), y en estas pasadas elecciones solo obtuvo 389,896 votos (31.6 por ciento); es decir, 244,294 votos (7.2 por ciento) menos que en el 2016. El PPD hizo mejor labor política en el Senado y la Cámara de Representantes; logró aumentar de 7 a 13 senadores y de 16 a 26 representantes. Este partido, si insiste en mantener su apoyo al actual sistema colonial, corre el muy posible riesgo de quedar rezagado y obsoleto como partido político.

El reciente Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), en su segunda participación electoral logró elegir por primera vez 2 senadores y 2 representantes, lo cual lo ubica en una importante posición fiscalizadora. Este movimiento tiene el potencial de crear alianzas con otros sectores sociales para una mayor participación ciudadana en la gobernanza de la Isla.

El Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), a mi juicio, fue el que mejor fruto sacó de estas elecciones del 2020. En el 2016 el PIP solo obtuvo 90,494 votos (5.7 por ciento); pero en el 2020 alcanzó la histórica cifra de 169,516 votos; 79,022 votos más que en el 2016. También, su candidata al Senado, María de Lourdes Santiago, obtuvo 132,208 votos, la más alta cantidad de votos registrados entre todos los candidatos al Senado boricua.

El Proyecto Dignidad (PD) encabezado por el Dr. y pastor Cesar Vázquez, es un nuevo movimiento político-religioso que logró acumular 85,211votos, lo suficiente para quedar inscrito. Además, logró elegir a dos de sus candidatos al Senado y a la Cámara de Representantes, respectivamente. Esto es algo muy significativo para un nuevo partido que por primera vez participa en una contienda electoral.

El candidato independiente Eliezer Molina, solo acumuló la tímida cifra de 8,485 votos.

¿Qué nos dicen estos resultados?

Primero, esto es reflejo del descontento político de los puertorriqueños, que se reflejó en su mayor expresión en el verano del 2019. Ese descontento se lee en dos maneras; una, la significativamente baja participación electoral; de 2.3 millones inscritos solo 1.2 millones votaron; y dos, que los que votaron rompieron con el tradicional voto bipartidista (PNP-PPD). Podemos augurar con certeza que eso representa el fin del bipartidismo electoral.

Segundo, el desgaste de los partidos tradicionales es evidente; hecho que se refleja en el liderato de esos partidos. Ninguno de los dos partidos logró superar ni siquiera la tercera parte de los votos emitidos. Eso se traduce en que el gobernador electo, Pedro Pierluisi, no cuenta con el apoyo de más de las dos terceras partes del electorado.

Tercero, la composición de la rama legislativa es mucho más diversa y ninguno de los partidos tradicionales tiene el control absoluto, ni en el Senado ni en la Cámara de Representantes.

Cuarto, entre los tres partidos opositores (PIP, MVC, PD) y el candidato independiente suman un 35.5 por ciento del voto emitido. Esto es una sólida oposición, que tendrá que saber maniobrar y aprovechar esta coyuntura política para darle a Puerto Rico una más transparente y honesta manera de gobernar. Esta tal vez sea la lección más importante de este proceso electoral. En mi opinión el electorado puertorriqueño se cansó del ladronaje legislativo y de los miedos ideológicos. Les dio la oportunidad a candidatos frescos y que han mostrado transparencia y honestidad. Esperemos que sigan el espíritu del verano del 2019: no a la colonia y no a la Junta Fiscal.

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