No hay que tener una bola de cristal para saber el presidente electo Joe Biden buscará un nominado que cuente con el apoyo de la Asociación Nacional de Maestros (NEA) y la Federación Americana de Maestros (AFT, por sus siglas en inglés).
No obstante, hasta 2017, la costumbre había sido que los dos partidos encontraran un punto medio a la hora de optar por un candidato. Esta práctica cesó cuando los demócratas se opusieron unánimemente al nombramiento de Betsy DeVos.
Sería un ejercicio un tanto insensato intentar adivinar como caerán las fichas en el tablero, después de que este precedente de colaboración bipartidista se rompiera, pero sí podemos tomar la historia de los más recientes funcionarios que ocuparon el puesto y aspirar a que las mejores cualidades de cada uno de ellos estén presentes en el nuevo secretario.
El doctor Rick Hess, un analista y observador del sistema educativo norteamericano, ha identificado algunas fortalezas y experiencias que debería poseer esta persona:
-La voluntad de poner al estudiante por encima de todo. Los políticos y funcionarios electos siempre dicen poner a los niños primero, pero la triste realidad es Washington es un enjambre de entidades halando cada una por su lado y buscando avanzar sus intereses. Para esas organizaciones, lo importante es proteger sus sistemas y sus empleados. De ahí que sea un verdadero reto balancear el poder de los «aliados», al tiempo que se mantiene el enfoque en los estudiantes de las escuelas públicas y las universidades.
-Un profundo conocimiento sobre el manejo de la educación. El portafolio del Departamento de Educación abarca casi todas las áreas del sistema educativo estadounidense, desde el acceso a una carrera, regulaciones sobre educación especial hasta el rendimiento académico de las escuelas públicas. Cualquiera que fuere el ocupante de esta silla, debería contar con la experiencia y la familiaridad necesarias para saber cuáles preguntas hacer, adelantarse a las crisis y establecer un orden de acción donde las prioridades estén puntualizadas con suma claridad.
-Entender el papel que juega el gobierno federal. La educación es un asunto regional. Desde la capital se hacen nombramientos y se toman medidas más bien modestas. El verdadero trabajo ocurre a nivel estatal, municipal y en los distritos. Un cambio significativo no ocurre desde arriba, sino que es producto de coaliciones y de líderes locales. Eso lo tiene que tener claro un secretario.
-Respeto por los datos. El Departamento de Educación cuenta con el Instituto de Ciencias de la Educación, el cual permite tomar medidas basadas en evidencia y transparencia. Apoyarse en la investigación, y no en lo que quiere el partido, es de rigor.
-Disposición para trascender las polaridades. Biden corrió una campaña diciendo que gobernará para todos, no solo para quienes votaron por él. Demonizar modelos educativos para beneficiar a este u otro partido, es una trampa en la cual un buen secretario no debe caer.
-Tener el cuero duro. Como se cosecha lo que se siembra, es de esperarse que la nominación de un secretario será recibida con hostilidad por la oposición, de la misma manera que ocurrió con Betsy DeVos. Es recomendable que el futuro secretario deje de lado las ofensas y entienda que hay mucho trabajo por hacer y poco tiempo. Defenderse de los posibles ataques es menos importante que dedicarse a llenar las enormes necesidades educativas que la pandemia ha creado.