Siempre he pensado que una de las principales cualificaciones que deberían buscar los reclutadores de recursos humanos, a la hora de contratar trabajadores para sus empresas, es la cordialidad como cualidad, porque tiene un efecto indirecto sobre la productividad.
Más de un 40 % de los empleados afirman sentir estrés en su empresa. En España, el país europeo con mayores tasas con este grave problema es la causa del 30 % de las bajas laborales. Las corporaciones están obligadas a cuidar la salud física y mental de sus empleados porque ellos constituyen su activo más importante. Y la cordialidad resulta un ingrediente imprescindible para el cuidado emocional y el bienestar laboral.
Se supone que la cordialidad o amabilidad debe entrenarse desde los primeros años de vida, tanto en el hogar como en la escuela, pero no basta con aprender normas de comportamiento en la más tierna infancia, sino que es necesario ponerlas en práctica todos y cada uno de los días de nuestra vida.
En unos momentos de desafección generalizada hacia los gobiernos, de incertidumbre ante el futuro, de inquietud por la salud y la economía, las empresas tienen la oportunidad de cuidar el equilibrio emocional de sus equipos con el fin de generar en ellos la confianza necesaria para superar esta crisis.
Para ello, la cordialidad tiene un papel protagonista dentro del cuidado de las emociones; estas son las razones:
- Probablemente, se avecinan tiempos de recortes para muchas empresas. Cuando en ellas está instalado un clima de cordialidad, que ha tenido en cuenta a las personas y sus emociones, que siempre ha procurado el bienestar de los empleados, con formación, promoción, retribuciones justas y conciliación, resultará más sencillo que todos trabajen ahora por la recuperación, aunque deban soportar esfuerzos añadidos.
- No es posible tratar con cordialidad a los clientes si en la propia empresa no existe un trato cordial. La atención al cliente es un factor decisivo para la reputación de la marca y solo aquellas corporaciones que tratan a sus empleados como merecen consiguen dar la imagen de cordialidad sincera y profunda, no fingida, que los compradores demandan.
- Creer en el karma es cosa de cada cual, pero las neuronas espejo son incuestionables. En 1996, el neurobiólogo italiano Rizzolatti demostró su existencia. Estas neuronas nos permiten, además de ser sociables, ser empáticos. Y cuando nos relacionamos con personas amables, somos más afables, no cabe duda. Y crear una empresa amable es tarea de todos, pero especialmente de quienes ejercen el liderazgo. La cordialidad se contagia: tratar bien a los otros, sonreír, ser generosos, ayudar, hacer favores, confortar, mostrarse agradecidos, recompensar, perdonar y no herir son comportamientos que nos serán devueltos.
- Existe una cordialidad basada en el protocolo que enseña el comportamiento correcto. Pero la cordialidad sentida es otra cosa. Se da en aquellos individuos que han aprendido a gestionar sus emociones y, por tanto, están capacitados para ser felices. Esto es, saben amarse a sí mismos para poder amar a los demás, conocerse para entender a los otros, expresar los propios deseos para comprender los ajenos, actuar por el bien común y conjugar el bienestar del prójimo con el suyo propio.
Las personas verdaderamente amables son las que deben liderar las empresas, porque creen que un mundo mejor es posible y están dispuestas a trabajar por ello. Al fin y al cabo, como define la RAE, ser amable no es nada más, ni nada menos, que ser «digno de ser amado».