Dolores Huerta y Leno Rose-Avila. (Foto: Cortesía Leno Rose-Avila)

Muchas veces hemos coreado “sí se puede” y olvidamos que fue Dolores Huerta quien hizo de este mensaje el mantra de nuestras luchas por los derechos humanos.

Fred Ross había reclutado años antes a esta joven brillante y a César Chávez para ayudar a construir la Organización de Servicio Comunitario (SCO por su sigla en inglés). Más tarde se convertirían en los organizadores centrales del Comité Organizador de Trabajadores Agrícolas, que luego sería el Sindicato Unido de Trabajadores Agrícolas (UFW por su sigla en inglés).

En mi vida he conocido a muchos líderes y celebridades, pero nunca a nadie como Dolores. Lo que más admiro de ella es lo mucho que defiende a los pobres y los oprimidos, además de lo bien que trata a los más desvalidos.

Dolores ha corrido toda su vida contra el viento, cambiando las normas de la época y rompiendo los techos de cristal y, en ocasiones los de acero, para permitir que las mujeres y los olvidados ocupen el lugar que les corresponde en la mesa. En el proceso de hacer todo este trabajo, ha protegido en cada oportunidad los derechos de los oprimidos.

Hoy lidera, junto a su hija Camila, la Fundación Dolores Huerta. He visto de primera mano su buen trabajo de base con las comunidades locales en el Valle de San Joaquín, sin dejar de tener una fuerte presencia en temas nacionales clave.

Cualquiera que haya trabajado con Dolores tiene muchas historias maravillosas y coloridas. A quienes a lo largo de los años se nos ha pedido que la incluyamos en eventos públicos, pronto nos enteramos de que ella es la última en dejar un evento y solo después de que ha hablado con casi todos y los ha animado a hacer más. Tiene una energía espiritual que parece alimentada por el sueño de un mundo mejor.

UNA MUJER FUERTE

Salí de una cultura mexicana y un movimiento chicano que eran ambientes centrados en el macho. Agregue a esto que me uní como organizador de la UFW en 1970. No creo que estuviera listo para conocer a una mujer tan poderosa. Me sorprendió ver a una mujer tan increíble, inteligente y fuerte, quien era la cofundadora y vicepresidenta del sindicato. Según la historia, la mayoría de los líderes reconocidos en ese momento de la unión eran hombres. Pero uno de los principales pilares del movimiento eran las mujeres, que como Dolores sacrificaron a sus familias, su salud y su bienestar en apoyo de un movimiento que protegería a los trabajadores e inspiraría a muchos otros.

Una vez en Delano, en 1972, me invitaron a formar parte de un equipo de negociación de contratos dirigido por Dolores. Allí estábamos, en el segundo piso de un motel, reuniéndonos con estos productores en un día muy frío. Me asombró la forma en que Dolores gestionó la defensa de los derechos de los trabajadores. Era una mezcla de Mohammad Ali con un poco de Rope a Dope. Como Ali, respondía con golpes rápidos y, en ocasiones, una ráfaga de golpes que dejaba a los cultivadores estupefactos. Si hubieran otorgado premios de la academia por negociaciones contractuales, ella habría ganado muchos.

Hace varios años, uno de los museos nacionales en Washington DC tuvo una maravillosa exhibición de Dolores, y ella estuvo para la inauguración. Esto sucedió alrededor del fin de semana del 4 de julio. Abe Bonowitz y yo habíamos invitado a Dolores para unirse a nosotros fuera de la Corte Suprema, donde hay un ayuno y vigilia anual contra la pena de muerte. Para nuestra sorpresa, alrededor de la una de la madrugada, Dolores apareció con su personal. Ella nos dirigió unas palabras, cantamos canciones y oramos juntos. Esta fue otra de esas acciones únicas que Dolores repite de manera regular. Esa noche nos levantó el ánimo, lo que necesitábamos para continuar nuestro trabajo para abolir la pena de muerte.

Una vez en su casa, en una recepción especial, me arrinconó, como siempre lo hacía cuando me pedía que asumiera nuevas tareas. Cuando terminó, le sonreí y le dije: “Dolores, ya no trabajo para ti”. Ella me devolvió la sonrisa, diciendo: “Sabes que esto es importante y sé que lo harás”. Luego, esa misma tarde, cuando conocí a otros en la recepción, supe que ellos también habían recibido órdenes de su parte. Ahora soy feliz de ser desafiado por ella, ya que hace mucho tiempo aprendí que lo que ella nos pide que hagamos es correcto y justo.

A Dolores se le han otorgado muchos premios y reconocimientos, pero el más importante es el amor y el respeto que recibe de las personas a las que ha defendido. Dolores, a los 91 años, ha dado y todavía lo da todo por la protección de la Madre Tierra y todas sus criaturas.

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