Como afirmaba Gandhi, «la verdadera fuerza no proviene de la capacidad corporal, sino de la voluntad del alma». Es precisamente esa valentía frente a la vida lo que muchas mujeres hispanas han demostrado y continúan demostrando, a pesar de permanecer en las sombras.
En la Antigüedad, las mujeres solían tener reconocimiento, pero la Revolución Industrial trajo un cambio drástico, marcó un antes y un después. La discriminación laboral que enfrentaron fue solo el comienzo de una serie de pérdidas, que incluyeron su estatus y reconocimiento social.
La huelga de las camiseras de Nueva York, conocida como la «Marcha de las veinte mil» en 1909, fue un llamado enérgico por la igualdad salarial y condiciones laborales justas. Este evento marcó una denuncia pública contra una injusticia social prolongada.
En este ambiente de lucha de las mujeres, que también contaba con el apoyo de hombres descontentos con esa postergación, surgió la “Procesión del Sufragio Femenino” el 3 de marzo de 1913 (día anterior a la toma de posesión del presidente electo Wilson). Miles de personas se unieron en protesta para marchar en Washington, D.C. y reclamar que la Enmienda 19ª fuese aprobada autorizando el voto femenino. No fue hasta la finalización de la I Guerra Mundial, el 4 de junio de 1919, que se aprobó por el Congreso de Estados Unidos el derecho al voto de las mujeres. Fue ratificado el 18 de agosto de 1920.
“LAS OLVIDADAS ENTRE LAS OLVIDADAS”
Las mujeres norteamericanas se consideraban “olvidadas”; sin embargo, en la historia del Movimiento por los Derechos de la Mujer siempre se recuerdan nombres como los de Elizabeth Cady Stanton, Lucretia Mott, Carrie Catt, Susan B. Anthony, Lucy Stone y Alice Paul, entre otras. Pero no aparecen nombres hispanos.
¿OLVIDO O ERROR?
Como podrán imaginar, las mujeres hispanas son, una vez más, las “olvidadas entre las olvidadas”. Injusticia sobre injusticia, porque las hispanas han sido –y son– relevantes y han marcado –y marcan– la diferencia en la historia de Estados Unidos. Jugaron un papel muy importante en la lucha por el sufragio femenino en el país; americanas biculturales y bilingües que estuvieron presentes en todas las fases de esa lucha.
Se establecieron en todo el país asociaciones cívicas, desde las cuales, incluso en la actualidad, se sigue luchando por diversas causas. Aurora Lucero-White Lea y Adelina “Nina” Otero-Warren, convencieron a Alice Paul y a la Unión del Congreso (posteriormente conocido como Partido Nacional de la Mujer) sobre la importancia de dirigirse a las mujeres de habla hispana que vivían en Estados Unidos. Juntas, el 21 de octubre de 1915, reunieron a ciento cincuenta sufragistas anglosajonas e hispanas en las calles de Santa Fe para hacer una declaración en apoyo del sufragio femenino. Este evento, conocido como la Marcha de Santa Fe, atrajo a cientos de personas.
Lucero y Otero sabían que la causa sufragista femenina calaría en las mujeres hispanas que viviesen en Estados Unidos, en especial en aquellas que habían nacido o provenían de territorios fronterizos como Nuevo México, Arizona, Texas y California.
Ellas conocieron cómo, antes de la ocupación estadounidense y la anexión de los territorios donde nacieron o de donde provenían sus familias, las mujeres gozaban de más derechos bajo el ordenamiento jurídico español y mexicano que posteriormente bajo el derecho común inglés. Según la ley mexicana y española, las mujeres eran reconocidas legalmente como “personas” con derechos inherentes, como heredar, ser propietarias de tierras u otros bienes, trabajar y ganar dinero, litigar en tribunales y conservar sus apellidos de soltera al contraer matrimonio.
Ninguno de estos derechos los tenía la mujer casada bajo el derecho inglés, que es la fuente del derecho estadounidense. Aunque bajo los acuerdos del Tratado de Guadalupe Hidalgo, los ciudadanos mexicanos de Arizona, California, oeste de Colorado, Nevada, Nuevo México, Texas y Utah se convirtieron automáticamente en ciudadanos estadounidenses en 1849 (con la promesa de igualdad de derechos bajo el Tratado), la realidad fue otra. Rápidamente fueron rebajados a ciudadanos de segunda.
Las familias mexicano-españolas perdieron gran parte de sus tierras y títulos, y fueron relegadas a trabajos agrícolas, domésticos y de procesamiento de alimentos. La vida de las mujeres también experimentó cambios drásticos bajo la ocupación estadounidense, ya que perdieron los derechos adquiridos bajo la tradición legal española y mexicana.
No les quedó más remedio que trabajar por necesidad a cambio de un salario. Hay muchas otras mujeres hispanas, como María Guadalupe Evangelina de López, Selina Solomons, Gertrudis “Tules” Barceló, María Amparo Ruiz de Burton, Jovita Idár, Luisa Capetillo, Ana Roqué de Duprey y Genara Pagán, que también están entre las grandes olvidadas de la historia de la lucha por el voto femenino en Estados Unidos.
A Pagán le tocó luchar un poco más que a sus colegas por el voto femenino ya que, al ser puertorriqueña, se convirtió en ciudadana estadounidense cuando en 1917 el Congreso firmó la Ley Jones-Shafroth. Por un lado, la ciudadanía concedida les respetaba su propia ciudadanía puertorriqueña, pero por otro no conllevaba la estadidad de la isla ni el derecho a emitir votos federales. Genara Pagán revivió la causa sufragista femenina en 1920, tras la aprobación de la 19ª enmienda, cuando intentó registrarse para votar y fue rechazada.
Las sufragistas puertorriqueñas continuaron presionando para que se aprobasen proyectos de ley que otorgasen derechos a las mujeres en la isla. En 1929, la legislatura puertorriqueña extendió los derechos de voto a las mujeres que supiesen leer y escribir. En 1935 todas las puertorriqueñas tuvieron acceso al voto, gracias a una reforma realizada por medio de leyes locales en lugar de una reforma constitucional a escala federal.
Después de obtener el derecho al voto, las hispanas no se detuvieron. Se propusieron ingresar en instituciones desde las cuales pudieran ejercer su influencia, lo que supuso una nueva lucha, ya que en estas instituciones se caracterizaban por el predominio masculino.
Una de las pioneras en esta conquista fue Soledad Chávez de Chacón. Se convirtió en la primera latina elegida para un cargo estatal (secretaria de estado) en Estados Unidos. En 1934 logró ser elegida para la Cámara de Representantes de Nuevo México, y se convirtió en la cuarta latina en ocupar ese cargo.
En este mes en el que se reconoce a la mujer, es un momento propicio para rescatar del olvido a algunas de estas heroínas, recordar cómo respondieron y superaron las adversidades, y, sobre todo, aprender que el mal llamado “sexo débil” no lo es en absoluto. Por el contrario, somos fuertes y poderosas, ayer como hoy.