El pasado lunes por la noche, en vísperas de las elecciones, tuve la oportunidad de asistir al rally del Partido Demócrata en el Museo de Arte. The Roots, Fat Joe, Ricky Martin, will.i.am, la alcaldesa Cherelle Parker y Lady Gaga estuvieron allí para apoyar y actuar en favor de la vicepresidenta Harris y el gobernador Tim Walz. Alrededor de las 11:30 p.m., la vicepresidenta Harris subió al escenario. “Toda mi carrera ha sido impulsada por un único propósito: luchar en nombre del pueblo”, dijo. “Les hago esta promesa: si me dan la oportunidad de luchar en su nombre como presidenta, no habrá nada que se interponga en mi camino. No busco ganar puntos políticos, busco hacer progresos”.

Han pasado unos días y despertamos dándonos cuenta de que no hemos avanzado mucho. Si acaso, estamos más divididos que nunca. Los hombres latinos, para mi sorpresa, parecen estar particularmente divididos. Esto no podría haber llegado en un peor momento para el Partido Demócrata.

He votado en las últimas 12 elecciones. En las últimas 8, voté como padre de familia. En todas estas elecciones vimos lo habitual: ganamos algunas, perdimos otras. Por lo general, la vida no cambió mucho después de los comicios. La comunidad latina casi siempre se benefició y sentimos que estábamos avanzando. Los latinos hemos estado más bien unidos en temas clave como la inmigración, la desigualdad económica, la educación, el acceso a la salud, la discriminación racial y étnica, y la representación política. Por lo tanto, la mayoría de nosotros, de manera natural, nos inclinamos hacia el Partido Demócrata, en especial, cuando se trata de derechos familiares y sociales. La familia es un pilar central en la cultura latina, y temas como la separación familiar—ya sea por deportación o por las políticas de «detención familiar»—nos afectan profundamente.

Como padre de cuatro hijos, incluyendo dos mujeres jóvenes, y con dos nietos, pensé que estaba haciendo lo correcto al votar por su futuro. Es desalentador, entonces, ver que muchos de nosotros—en particular, los hombres latinos—consideraron que la inmigración y la supuesta “recesión económica” eran temas de mayor relevancia.

En los últimos días, hablé con algunos amigos que piensan de esta manera. Uno de ellos me dijo: “Dios no lo quiera, que uno de estos inmigrantes ilegales le haga daño a alguna de tus hijas”. Ese comentario dolió, pero debo aceptar la realidad de que algunos latinos han sido manipulados para creer que los inmigrantes vienen a hacernos daño.

Sin embargo, algo es seguro: esto refuerza la importancia de mantenernos bien informados y comprometidos. Debemos perseverar en nuestra lucha por los derechos de las mujeres, la decencia humana y la libertad frente al discurso de odio. Este viaje no tiene un destino final, es una lucha continua. Pero la diferencia ahora es que pensábamos que estábamos luchando junto a personas que se parecían a nosotros, venían de los mismos países y hablaban el mismo idioma.

Si hay algo positivo en esta locura, es que podemos decir: “No seremos como ellos”. Cederemos en algunos puntos, pero como dijo la vicepresidenta Harris en su discurso, “no cederemos en la lucha por la libertad, la oportunidad, la equidad y la dignidad de todas las personas. Esa es una lucha que nunca abandonaré”. Yo tampoco lo haré, mi vicepresidenta. Como dijo Rubén Blades: “Te estoy buscando América. Te han secuestrado y amordazado tu boca, y a nosotros nos toca ponerte en libertad”.

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