El padre de Christian Alfonso Rodríguez, estudiante de Ayotzinapa cuyos restos fueron identificados recientemente, cuenta que las autoridades solo le presentaron huesos del pie de su hijo, por lo que sigue buscándolo «con vida» cuando se cumplen seis años de la desaparición de los 43 jóvenes.

«Una persona pude vivir sin una parte del pie. No sé, a lo mejor estoy mal, pero la verdad, a mi hijo lo voy a seguir buscando con vida», dice en entrevista con Efe Clemente Rodríguez, quien en 2014 dejó su trabajo de vendedor de agua para iniciar una larga lucha en busca de Christian y de sus compañeros que no ha concluido.

UN HALLAZGO INCOMPLETO

El pasado julio, las autoridades se presentaron en el humilde domicilio de los padres de Christian, Clemente y María, ubicado en Tixtla, en el sureño estado de Guerrero, para informarles que un laboratorio suizo había identificado el ADN del joven en unos restos óseos hallados en una barranca cercana al lugar de la desaparición.

Una identificación que para el actual Gobierno de Andrés Manuel López Obrador supone un vuelco total a la investigación del caso, dado que los restos fueron hallados lejos del basurero donde, según la cuestionada versión de la Administración de Enrique Peña Nieto, habían sido asesinados y calcinados los jóvenes.

Los familiares nunca creyeron esa versión, plagada de irregularidades, y han seguido buscando a sus hijos en vida. Algo que seguirán haciendo los padres de Christian pese a los nuevos indicios.

Y es que Clemente no quiere «desacreditar» las pesquisas del actual Gobierno, mucho más cercano con las víctimas, pero el «fragmento de dos gramitos» del pie derecho de Christian no es suficiente para frenar su lucha.

«Yo quiero ver el cuerpo de mi hijo, no porque me digan que encontraron un fragmento me voy a dar por vencido», aseguró Clemente, quien subrayó que le mostraron fotos del lugar del hallazgo en las que había una playera y un bóxer que no eran del joven.

SEIS AÑOS SIN CHRISTIAN

El hastío de Clemente es evidente a seis años de la desaparición de Chsristian, pero no se da por vencido y sigue hablando de su hijo en presente.

«Lo desaparecieron con 19 años, ahora tiene 25. Es un muchacho muy alegre, con una estatura de 1,87 metros, el más alto de todos sus compañeros», relató el padre.

Antes de la trágica noche del 26 de septiembre de 2014, Christian practicaba danza folclórica en su pueblo, donde su maestro todavía conserva los botines que utilizaba el joven en las clases de baile.

Recordado por su gran amabilidad, Christian tenía el sueño de convertirse en maestro, por lo que ingresó a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de la aldea de Ayotzinapa, dedicada a formar maestros rurales y donde estudiaban los desaparecidos.

Clemente relató con dolor que Christian solo iba a estar un año en esta institución, mientras su familia ahorraba para mandarlo a otra escuela fuera del pueblo. Pero todo se truncó.

«En la escuela era muy estudioso, bueno para las matemáticas y el álgebra, y muy inteligente. La verdad es que nunca pensábamos que íbamos a pasar tantos años sin él ni que el Estado lo iba a desaparecer», expresó el padre.

FUE EL ESTADO

«Coraje» es la palabra con la que Clemente resume su estado de ánimo tras un sexenio en el que a marchas forzadas ha aprendido a levantar la voz en público y a hablar con la prensa.

«Yo estaba encerrado del mundo en mi trabajo y en mi casa. Voté por Peña Nieto porque era el más joven y el más inteligente pero ahora me doy cuenta que era una porquería de Gobierno», cuenta.

López Obrador se disculpó el sábado en nombre del Estado por la desaparición de los 43, se comprometió con seguir la búsqueda de los jóvenes y castigar a los responsables y anunció órdenes de captura contra militares que participaron en los hechos.

Clemente y el resto de familiares no quieren esperar más y exigen conocer cuanto antes el paradero de todos los estudiantes y «ver culpables y detenciones».

Señalan a policías federales y militares por entregar a los 43 al crimen organizado, a ministerios públicos que falsearon la investigación en el Gobierno de Peña Nieto y a jueces corruptos que han liberado a presuntos responsables.

«Seis años es un golpe para nosotros porque no hemos logrado absolutamente nada, es un tormento, un sufrimiento como no te imaginas», sostiene Clemente.

Y como dijo a las autoridades que se presentaron en julio en su casa: «Quiero la verdad y no voy a aceptar tan fácilmente lo que me digan. Así me voy a mantener hasta saber realmente qué pasó».

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