Foto ilustrativa (PEXELS)

El maltrato infantil es uno de los problemas más graves del planeta. La violencia contra los niños se da en todas partes, en distintas formas e intensidades. A menudo, está arraigada en prácticas culturales, económicas y sociales.

Un niño es maltratado o abusado cuando su salud física o mental, o su seguridad, están en peligro, ya sea por acciones u omisiones llevadas a cabo por la madre, el padre u otras personas responsables de su cuidado; cuando ha sufrido daños (heridas) o riesgo de daño (peligrosidad), como resultado de haber sido golpeado con la mano, pateado, zarandeado, empujado, quemado, apuñalado o pegado por uno de los padres o figuras que ejerzan ese rol; produciéndose entonces el maltrato por acción, omisión o negligencia.

Experiencias adversas en la infancia tienen consecuencias desfavorables y se relacionan con la acumulación de múltiples factores de riesgo. Sus secuelas se manifiestan claramente durante la adultez, con consecuencias tan diversas como obesidad, cáncer, diabetes tipo 2, infecciones de transmisión sexual, depresión, intentos de suicidio, estrés postraumático y poli-consumo de sustancias, entre otras. Saber qué está pasando es importante para desplegar medidas oportunas que permitan mitigar el estrés tóxico asociado y evitar sus efectos.

Gran parte de las investigaciones se concentran en el impacto de los abusos en edad escolar. Sin embargo, los primeros eventos pueden datar desde la infancia y la niñez temprana, y ser más nocivos que cuando son experimentados en otros momentos. Pese a que esta etapa ha sido comparativamente desatendida en términos investigativos, ha llegado a estimarse que más del 60% de los niños en este rango de edad han vivido situaciones adversas, potencialmente perniciosas.

El concepto de maltrato infantil es relativamente reciente. El primer término descrito fue el de síndrome del niño golpeado (Tardieu, 1868), luego de realizar las autopsias de 32 niños golpeados y quemados. A partir de todo esto (Kempe, 1962) lo definió como el uso de la fuerza física no accidental, dirigida a herir o lesionar a un niño, por parte de sus padres o parientes, basándose en las características clínicas presentadas por los casos que ingresaban al servicio de pediatría del Hospital General de Denver, en Colorado. Y, finalmente, Fontana (1979) amplió el concepto e indicó que estos niños podían ser agredidos no solo en forma física, sino también emocional o por negligencia, sustituyendo el término golpeado por el de maltratado.

La Organización Mundial de la Salud (2016) define el maltrato infantil como los abusos y la desatención a los menores de 18 años. Incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.

La exposición a la violencia de pareja también se incluye a veces entre las formas de maltrato infantil, que es un problema mundial con graves consecuencias que pueden durar toda la vida. A pesar de las encuestas nacionales en varios países de ingresos bajos y medianos, faltan todavía datos acerca de la situación actual.

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