Por mucho que la gente se divorcie o se separe, la constante es que se unan o casen de nuevo, creando las llamadas “familias en transición”, o las famosas familias de “los tuyos, los míos y los nuestros”.
Cuando se vuelven a casar, quien pasa a criar el niño, por el periodo que le toque al padre, es la madrastra. Ésta se siente confundida y se pregunta: ¿debo poner disciplina a este niño que no es el mío? ¿Debe él cumplir mis reglas en la casa, o lo trato como si estuviera de visita? Lo mismo pasa con el padrastro.
El niño se convierte en “el que viene a veces”. No tiene un cuarto, siente que no pertenece a ningún lugar, y eso afecta a su identidad, entre muchas cosas más. Quizás su cuarto es el más pequeño, o tiene que compartirlo con un hermano. Esto crea celos. Su hermano tiene una habitación más grande, no se siente importante ni tomado en cuenta.
Muchos niños dicen a los psicólogos cosas como estas: “es que a mí nadie me preguntó si era feliz viendo a mi padre jugando pelota con mi hermano, algo que nunca hizo conmigo”. ¿Quién le ha preguntado a ese niño con quién quiere estar o dónde se siente bien?
Otro tema es dormir. Si el niño siente miedo, pesadillas o temores nocturnos, en su casa mamá puede llevarlo a su cama o acudir ella a su cuarto, para que se tranquilice. Eso no pasará con papá, ya que su madrastra no lo permitirá. El niño siente ansiedad y miedo de ir donde papá. Es que las dos dinámicas de las familias no son compatibles. Y es él quien sale perdiendo.
Si esto termina en la corte, ahora es asunto de dinero. El pleito dura mientras los padres tengan dinero, y el que tenga más es quien gana. Además, los estudios demuestran que la razón número uno por la que la gente se casa y se divorcia en EE. UU., es el dinero.
La corte, abogados y jueces, que no saben nada de psicología infantil, ni de terapia familiar, toman la decisión, sin oír al niño o adolescente. Están bregando con asuntos difíciles y con una pareja que fracasó en resolver sanamente sus cosas. Muchas veces, la guerra sigue a través de sus hijos o hijastros. Si la madrastra es un tanto tóxica, la guerra de los padres se tornará aún más agresiva. Y muchas veces entran en este caos las abuelas, y los exesposos o esposas. Al único que están dañando es al niño.
En estados más avanzados que Florida, y en países más avanzados que EE. UU., no se da el divorcio hasta que los padres llegan a buenos acuerdos y superan sus guerras. La justicia no puede tener tanto poder. No solo con la familia y los niños, sino con otras grandes decisiones del país. Zapatero a tus zapatos.