El 15 de enero se celebró el “MLK day”, que después de varios años volvió a coincidir con la fecha de nacimiento de Martin Luther King, el 15 de enero de 1929. En este festivo, destinado a honrar la memoria del gran defensor de los derechos civiles, muchos se suman a las marchas y desfiles que se celebran en tantas ciudades, otros lo utilizan simplemente para descansar, o disfrutar de los últimos días de festejos de fin y principios de año.
Este día fue declarado feriado nacional a partir de 1983 por el presidente Ronald Reagan para honrar y dar voz a los motivos de la lucha de Martin Luther King por los que luchó durante toda su vida como activista: los derechos civiles de los negros, y en sí, de todas las minorías; la abolición de las leyes y prácticas segregacionistas que aún se mantenían en muchos estados; y en general, la necesidad de obtener para todo el pueblo negro el reconocimiento de su dignidad de personas humanas y facilitarles los caminos para integrarse a la vida civil, social, cultural y política del país.
El activismo pacifista pero frontal de MLK y sus seguidores, permitieron la aprobación de la Ley de los Derechos Civiles en 1964, que sería la primera de muchas otras que vinieron después, y que paso a paso fueron desmontando el “apartheid” de las instituciones del gobierno y privadas que segregaban a los negros. Poco a poco, estos fueron encontrando un acceso más abierto hacia la universidad, a trabajos más dignos, a posiciones en el gobierno; el derecho a poder entrar a los mismos lugares de recreación que utilizaban los blancos, o acceder a muchas actividades comerciales, deportivas o de cuidado sanitario que antes les eran negadas.
Una de las batallas más complejas que los Estados Unidos enfrenta en la delicada coyuntura actual es el tema de la educación. Muchas escuelas del país están fracasando en sacar adelante a una generación que sea capaz no solo de educarse “técnicamente”, sino de educarse “para los otros”; para no pensar tan solo en su propio éxito y futuro, sino para darle de regreso a su comunidad; a aquellos padres y familias que lo trajeron a esta tierra prometida con la esperanza de verlos convertidos en seres humanos más plenos, capaces, realizados y útiles a su sociedad.
MLK es un personaje que merece ser honrado por muchos de sus principios, y su legado puede ser festejado y recordado por esas brillantes palabras sobre el rol de la educación, que escribió ya en 1947: “La educación tiene una función doble que cumplir en la vida del hombre y en la sociedad: una es la utilidad práctica y la otra es la cultura. La educación debe permitir que un hombre se vuelva más eficiente, para lograr con facilidad los objetivos legítimos de su vida. La educación también debe entrenar para pensar de manera rápida, determinada y efectiva. Pensar de manera incisiva y pensar por uno mismo no es fácil. Tenemos la tendencia de permitir que nuestra mente sea invadida por medias verdades, prejuicios y propaganda. Salvar al hombre del lodazal de la propaganda es uno de los objetivos principales de la educación”.
“La función de la educación, por lo tanto, es enseñar a pensar de manera intensiva y crítica. Pero la educación que se detiene en la eficiencia puede resultar una amenaza para la sociedad, ya que un peligroso criminal puede ser un hombre dotado de mucha educación, pero sin ninguna moral”.
Estas ideas del héroe y mártir son de una actualidad sorprendente, ya que también hoy, nuestro sistema educativo está llamado a responder a la necesidad urgente de educar desde la infancia hasta la fase superior, no solo en ciencia y números, sino para aprender a pensar, a valorar con mirada crítica la realidad en torno, para ser capaces de rechazar todo lo equivocado, dañino y manipulado que puede haber en el intrincado mundo de la información actual; para saber escoger, defender y proponer ideas que sirvan al bienestar no solo propio y de su familia, sino también de su comunidad, su ciudad, su país.
El desafío de una educación incluyente, eficaz y de mirada crítica es algo de lo que no podemos hacer a menos ni permanecer impasibles mientras vemos como colapsan los valores y las virtudes más profundamente humanas, aquellas que son indispensables para conservar la paz, ejercitar la sana convivencia, y para mantener la salud mental, social, económica y política de un país tan complejo, multicultural, con tantos rostros y retos, en especial en un año electoral, donde la educación cívica es fundamental para no traicionar los propios principios por ideas equivocadas, basadas en noticias falsas. Las medias verdades son en realidad mentiras, así que la tarea es cuestionarse siempre si lo que aparenta ser, en realidad lo es.