Con la posesión de Josh Shapiro como nuevo gobernador este martes 17, se ha inaugurado el nuevo gobierno de Pensilvania. Con su victoria en las elecciones de noviembre, el exfiscal general ha logrado algo que no sucedía desde hace 57 años: que un gobernador sea sucedido por otro de su mismo partido; lo cual es un hecho de no poca relevancia, porque deja ver la importancia que tiene Pensilvania para los dos partidos; por una parte, por el gran peso que este estado tiene en las matemáticas presidenciales; y por la otra, por la evidencia de que aquí hay un electorado independiente y maduro, que no se deja encajonar fácilmente por ninguna vertiente, y que con gran autonomía elige hoy un partido para que rija sus destinos, y con la misma libertad, mañana lo castiga con el voto si no se ha esmerado en llenar las expectativas de los votantes y las exigencias del buen gobierno.
El nuevo gobernador empieza con la ventaja de haber obtenido una victoria clara sobre su opositor republicano; pero eso no impide que deba enfrentar retos muy grandes para lograr una buena gestión. Shapiro recibe un estado fuertemente polarizado y bloqueado por duros enfrentamientos en el Congreso Estatal; con un complicado forcejeo para modernizar las leyes electorales y, al mismo tiempo, debe evitar todo intento de recortar o impedir el acceso al voto. También deberá sanar muchas heridas que quedaron por el manejo de la pandemia.
Josh Shapiro es consciente de que una parte de sus buenos resultados electorales se los debe a muchos independientes, que quisieron cobrarle al Partido Republicano (GOP) su porfiada negativa a aceptar los resultados electorales del 2020 y, de igual modo, a muchos de sus votantes que cruzaron la línea para apoyarlo; lo cual lo obligará a trabajar para desarrollar programas y proteger valores que tradicionalmente defienden sus rivales, si desea avanzar y no hallarse paralizado por el Congreso Estatal de mayorías republicanas.
De hecho, el nombramiento de Al Schmidt, excomisionado electoral, y republicano, como su secretario de Estado, es una positiva señal que envía para mostrar que quiere una administración con capacidad de gestión bipartidista.
Por otra parte, la elección de un latino, Rich Negrín _quien ha tenido experiencia como vicealcalde de Filadelfia_ para liderar el Departamento de Protección Ambiental, que forma parte importante de su agenda; vislumbra la voluntad de Shapiro de abrirse a las minorías y a todas las fuerzas del estado, pero aún está lejos de ser suficiente y representativo de la diversidad de la Mancomunidad.
Mientras algunos medios como Spotlight PA, cuestionan su posible falta de transparencia, otros reconocen el buen talante y el tacto político del nuevo gobernador, pero tendrá que demostrar estas destrezas si quiere sacar adelante asuntos apremiantes. Por una parte, deberá trabajar con el Partido Republicano para fijar las políticas tributarias en el segundo productor de gas de la Unión Americana y, al mismo tiempo, mantener una agenda creíble para los ambientalistas en el tercer productor de carbón del país. Y no menos importante, deberá mantener un diálogo abierto y proficuo con el GOP para afrontar la gran crisis del déficit escolar; quizás negociando con ellos la propuesta ya en marcha de permitir financiación estatal para algunas escuelas privadas y centros educativos confesionales.
Si bien la asunción de Josh Shapiro tiene de plácemes a los votantes demócratas, a los independientes que optaron por apoyar la continuidad; y a varios republicanos inconformes con el apoyo de su partido al trumpismo, los problemas más serios del estado solo podrán ser enfrentados con eficacia si el poder ejecutivo y legislativo estatal se deciden a dejar de lado mezquindades partidarias y buscan a toda costa consensos que permitan llegar a las soluciones que todos esperan.
Pensilvania, y en especial Filadelfia, su ciudad más poblada, y la urbe más pobre, está sufriendo por unas crisis cruzadas, entre la criminalidad, la violencia, el consumo de opioides, y la deficiente respuesta a los trastornos de salud mental. Sus condiciones son críticas y necesita una intervención inmediata.
Nos auguramos, pues, que el peso de este estado en el escenario nacional, no defraude las expectativas creadas por el mismo Shapiro. Pensilvania, por su liderazgo en el perfil histórico de la nación, no puede permitirse un atorón, ni menos un retroceso, por culpa de políticos que quieran perseverar en dañinos devaneos individuales o partidistas.
En una conversación con Impacto el entonces fiscal general, dijo: “Tenemos que reconocer que somos tan fuertes como nuestro eslabón más débil, y no solo en la ciudad de Filadelfia, sino en Pensilvania. Y si hay un grupo particular de personas que están siendo atacadas por su apariencia, su idioma o de dónde provienen, eso nos hace a todos menos seguros, más vulnerables”. Ahora, como gobernador, esperamos que no deje a nadie atrás, y con equidad responda a los migrantes, que forman parte vital del crecimiento de nuestro estado.