Era la primera vez que Donald Trump y Kamala Harris se encontraban en persona. Además de la enorme expectativa, luego de que el anterior debate de Trump con Biden provocara una serie de acontecimientos que llevaron al presidente a renunciar a su reelección, este nuevo debate captó la atención no solo de Estados Unidos, sino de la prensa internacional. Más de mil medios se concentraron en el corazón de Filadelfia para transmitir desde el Centro Nacional de la Constitución una amplia gama de coberturas mediáticas, desde grandes cadenas de noticias hasta podcasts y vloggers que continúan haciendo análisis sobre lo vivido durante esos días, en especial en las horas previas, durante y después de un debate histórico.
Ambos candidatos se declararon ganadores, pero a pesar de que Trump afirmó que la campaña de Harris-Walz había solicitado otro debate porque sabían que habían perdido, su rostro y su improvisada aparición en el «spin room» lo delataron. No fue su mejor noche, y no porque haya cometido tantas de sus conocidas exageraciones e incoherencias como en el debate del 27 de junio en Atlanta, donde muchas pasaron desapercibidas, ya que la atención estaba centrada en un Biden exhausto, que además de lidiar con crisis internas y externas, llegaba de varios viajes trasatlánticos y estaba enfermo.
Esta vez, todas las miradas estaban puestas en Trump y en su capacidad para mantenerse controlado durante 90 minutos. No lo logró, y echó a perder los esfuerzos de su campaña, que había elaborado meticulosamente atractivos videos publicitarios dirigidos a los moderados indecisos, distribuidos a través de redes sociales y pantallas de navegadores en YouTube.
Trump, quien ya ha participado en siete debates presidenciales, dijo en un inicio que no aceptaría otro, pero luego declaró que aún no sabe si lo aceptará. Se ridiculizó a sí mismo al insistir que los migrantes estaban «comiéndose las mascotas en Ohio», afirmación que, según él, ocurría en todo el país. Pocos se han atrevido a defender sus aseveraciones.
Mientras tanto, Harris se mostró muy alegre y satisfecha, y se fue a festejar con sus aliados al concluir. Su esposo, Douglas Emhoff, la presentó ante una multitud entusiasta que había disfrutado del performance de su candidata. La emoción fue tal que ambos compartieron un beso en los labios, en un gesto de admiración y felicidad.
Los debates pueden jugar un papel crucial en la balanza, sobre todo cuando las elecciones se encuentran en un empate técnico. Este debate ya motivó a Taylor Swift a manifestar públicamente su apoyo a la fórmula Harris-Walz, lo que ha llevado a miles de personas a registrarse para votar, siguiendo el consejo de la influyente artista.
La base MAGA de Trump no será disuadida de votar por su candidato. Desde la campaña de 2016, el expresidente ya había dicho que podría matar a alguien en la Quinta Avenida de Nueva York y ni así perdería un solo voto.
Sin embargo, quienes realmente podrían decidir estas elecciones son los moderados y los indecisos. Según muchas encuestas, estos votantes aún no están convencidos de apoyar a uno u otro candidato. Y es que durante gran parte del debate, los candidatos se centraron más en criticar al oponente que en ofrecer una exposición clara de sus planes para abordar los profundos problemas y las preocupaciones del país.
En líneas generales, muchos coinciden en que la vicepresidenta se mostró sólida y aprovechó mejor las oportunidades para expresar sus ideas, mientras que al expresidente se le vio exasperado y mordío muchos anzuelos que le lanzó la candidata, a quien evitó mirar directamente.
No obstante, muchos espectadores se quedaron con la sensación de que ninguno de los dos candidatos pudo explicar de manera satisfactoria soluciones novedosas y viables para enfrentar problemas concretos como la crisis migratoria, la inflación, y otros desafíos que afectan a las familias, así como la crisis de opioides. Por eso, otro debate se hace apremiante para conquistar esos votos que aún están en el aire.
