Mercedes Sosa, argentina y una de las voces más amadas de la nueva trova en el siglo XX, defendió al indio, al negro y al pobre en sus canciones. (Foto: mercedessosa.org)
Sor Juana Inés de la Cruz, monja, escritora, poetisa y mística mexicana del siglo XVII. (Imagen
pública)

En la historia, tanto antigua como moderna, el rol de la mujer siempre ha sido significativo. Tan significativo que ha dejado una huella indeleble en la piel de la humanidad. ¿Podría pensarse el mundo sin la mujer? Pregunto, no porque el hombre sea menos importante, sino porque el hombre ha insistido en relegar el rol de la mujer a ser una pasiva espectadora. Creo que esto no le agradará a la mayoría de los hombres que me leen; pero insisto, creo que la pregunta es válida y pertinente. No dudo y me consta, hay hombres muy maternales y extremadamente responsables y justos.

Sin embargo, en la sociedad en la que vivimos, son la inmensa mayoría las madres solteras las que sacan adelante a sus hijos. Y digo esto por justicia, no por preferencia.

Por supuesto, lo que me inquieta al escribir en estos días es que este mes de marzo está dedicado a la mujer. La ONU Mujeres, la entidad de las Naciones Unidas dedicada a promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, expresó a través de su Directora Ejecutiva, Phumzile Mlambo-Ngcuka, a propósito del Día Internacional de la Mujer, “ningún país prospera sin la implicación de las mujeres. Necesitamos que su representación refleje a todas las mujeres y niñas, en toda su diversidad y con todas sus capacidades; así como en todas las situaciones culturales, sociales, económicas y políticas. Es la única forma de conseguir un auténtico cambio social, que incorpore a las mujeres como iguales en la toma de decisiones y nos beneficie a todas y todos”.

Lo que me entusiasma de este planteamiento es la frase “Ningún país prospera sin la implicación de las mujeres”. No es una sentencia arrogante, sino real y justa. La verdad es que ninguna empresa humana prospera sin el concurso de la mujer. Los últimos 100 años han sido testigos de grandes avances en el devenir histórico de la mujer. Desde que, en 1920, aquí en los Estados Unidos, cuando se le reconoce a la mujer su derecho al voto, hasta el día de hoy, donde la mujer está presente y activa en casi todas las esferas sociales, por lo que pretender excluir a la mujer puede considerarse un atentado contra la humanidad. Ese avance es producto de las largas luchas y tribulaciones que la mujer ha tenido que enfrentar, y lo ha hecho con impresionante valor y una admirable capacidad de resiliencia.

Gabriela mistral, escritora, humanista y poetisa chilena, la primera y única mujer latinoamericana
en ganar el Nobel de Literatura. (Foto: Universidad de Chile)

Sin embargo y a pesar del enorme avance que ha alcanzado la mujer, aún hay mucho por andar. No son pocos los que aún se sienten amenazados por este avance de la mujer, ni los que desprecian y maltratan a su semejante femenina por considerarse superiores. Nada más pervertido que considerar a otro ser humano inferior. Lo que sufren las mujeres en muchos de los países árabes, donde se les limitan las libertades básicas dentro del matrimonio. Una de las más nefastas formas de discriminación es la mutilación genital; cinco millones de niñas, entre las edades de 4 a 14 años, sufren de esta espantosa práctica. En algunos países de África, 9 de cada 10 niñas, sufren tan inhumana y deplorable tortura. La trata de esclavas sexuales es alarmante en el mundo y un negocio multibillonario. En nuestros países de origen y aun aquí en los Estados Unidos las cifras de las víctimas de violencia de género no bajan. Según el informe de la ONU sobre «El progreso de las mujeres en el mundo», aunque en 139 países se consagra la igualdad de género, 603 millones de mujeres y niñas viven en lugares donde la violencia doméstica no es un delito.

Violeta Parra, una de las cantautoras que le dio voz y rima al sufrimiento de la mujer latinoamericana. (Foto: redes)

En vista de todo esto, la agenda por la justicia y la dignidad humana está inconclusa. Mientras haya una mujer sufriendo estos flagelos no podrá el ser humano estar en paz, ni ningún estado podrá proclamar la igualdad.

Ante ese cuadro desolador, también hay mujeres que supieron elevar su voz y su acción. Cómo pasar por alto una voz universal como la de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), que en su poema “Hombre Necio” declara: Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis”. Cómo olvidar a Violeta Parra, que nos dejó en el corazón ese poema que nos conmueve: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto / Me ha dado la risa y me ha dado el llanto / Así yo distingo dicha de quebranto / Los dos materiales que forman mi canto / Y el canto de ustedes que es el mismo canto / Y el canto de todos que es mi propio canto”. Por supuesto que hay muchas más que nos fortalecieron el alma con su canto y su poesía.

A pesar del rechazo, la discriminación, las flagelaciones y humillaciones, la mujer siempre se levanta, renovada y transformada para dejarle al mundo su tierna humanidad de mujer; ternura que sobrepasa la fuerza física y a veces trasciende la más vil opresión.

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