El 18 de diciembre se celebra cada año el Día Internacional del Migrante, una fecha destinada a destacar las riquezas, los beneficios y el valor agregado que los migrantes aportan a las naciones que los acogen. Es también una ocasión para honrar la memoria de los miles de víctimas que cada año pierden la vida en sus largas y riesgosas travesías hacia países donde esperan encontrar un futuro mejor.
Según un reciente informe de ONU Migración, desde 2014 hasta el presente, alrededor de 70.000 inmigrantes han perdido la vida en su tránsito por mares, desiertos, tierras inhóspitas y países en guerra, además de ser explotados por organizaciones criminales. Este peligroso y prolongado recorrido suele conducir a los países con mayor índice de desarrollo, los cuales, en su mayoría, fueron en el pasado naciones colonizadoras que acumularon riqueza a costa de otras regiones y que, en muchos casos, continúan beneficiándose de los recursos de países menos desarrollados.
A lo largo de la historia los migrantes han sido una fuerza vital que ha impulsado el resurgir demográfico, económico y social de los lugares donde se han asentado. Si bien las causas de la migración varían según la época, los beneficios que los inmigrantes aportan a sus países de destino son innegables.
Uno de los beneficios más importantes es el económico. La llegada de inmigrantes contribuye con una nueva mano de obra, necesaria para satisfacer las demandas de producción local, que a menudo se encuentran paralizadas por la falta de trabajadores dispuestos a cubrir esas necesidades. Un ejemplo claro se encuentra en Chile, donde, según reportes de la CELAC, entre 2009 y 2017, aunque los inmigrantes representaban solo el 3,5 % de la población, aportaron el 11,5 % del crecimiento económico.
Otro beneficio es el renacimiento demográfico que experimentan los países abiertos a la inmigración, en especial aquellos con poblaciones envejecidas y bajos niveles de natalidad. En estos casos, los inmigrantes contribuyen a la fuerza laboral y aseguran la sostenibilidad de sistemas como el de pensiones.
Un tercer beneficio impacta directamente en los países de origen de los migrantes, gracias a las remesas que envían a sus familias. Estas contribuciones revitalizan las economías locales y dinamizan los sectores de producción y servicios. De hecho, el último informe de OIM-Latinoamérica revela que entre los años 2000 y 2022 las remesas enviadas a la región crecieron hasta en un 650 %.
Además, los inmigrantes enriquecen con su cultura a los países de acogida. Sus tradiciones, su gastronomía, música, arte e idiosincrasia se integran al mosaico cultural local. Un claro ejemplo es Estados Unidos, donde su incomparable oferta artística, musical y recreativa es el resultado de ser un crisol donde convergen prácticamente todas las etnias del mundo.
No obstante, esto no significa que no deban estudiarse y abordarse las causas y problemáticas que originan estos flujos migratorios. En algunos países estas causas incluyen la falta de oportunidades o la crisis climática; mientras que, en el contexto latinoamericano, se suman factores como la inseguridad, la violencia generada por los carteles —que se enriquecen con las adicciones en Estados Unidos y se abastecen con armas traficadas desde ese mismo país—, así como la dureza de las dictaduras políticas, que obligan a sus ciudadanos a huir y buscar mejores condiciones de vida en otros lugares.
Estas son solo algunas razones para proteger a los inmigrantes, atender sus necesidades, valorar sus esperanzas y su potencial. Ante la amenaza de deportaciones masivas y los preparativos que llevan años en desarrollo, resulta fundamental responder con hechos irrefutables: los inmigrantes han sido, a lo largo de toda la historia, una fuente invaluable de riqueza y progreso para Estados Unidos y, más recientemente, han sido cruciales durante el periodo pandémico y pospandémico.