“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni presumido ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad”… Corintios 13
Diciembre trae frío en el aire, y ofrece una oportunidad de buscar calor humano. El invierno aprieta las clavijas y en nuestras casas requerimos cada vez más de la calefacción. Afuera, las calles se han llenado de adornos navideños, y en los edificios y centros comerciales, la música de fiesta y las cascadas de luces de colores le anuncian al mundo que la Navidad ya está aquí. Millones hacen planes para viajar a visitar a sus familiares a muchas millas de distancia, mientras otros se aprestan para irse de paseo a los lugares de moda.
Sin embargo, desde hace ya años, en los espacios de tradición o devoción se debate si es una verdadera Navidad, llenar el universo de luces, renos, estrellas, diademas y botas de colores; además de toneladas de dulces y caramelos, y al mismo tiempo borrar toda huella de aquel personaje que inspiró esta celebración; es decir, el pequeño infante nacido en Galilea hace dos mil años, que presuntamente vino al mundo a enseñar a los hombres el arte de aceptar y amar a sus semejantes, y a abrirles el acceso a una prometida vida de felicidad eterna junto a su Creador.
Al mismo tiempo, muchos de quienes no profesan una fe defienden su derecho a festejarla sin necesidad de ese personaje; de hecho, una encuesta del Pew Center en 2017 arrojó que el 90% de los americanos celebraba la Navidad, pero solo un 46% lo hacía por razones de creencias religiosas; es decir, pueden no incluir al Niño Jesús de Belén, quizás porque no creen en su historicidad o su mensaje, o por tener creencias diferentes; pero valoran el que los símbolos de esta fiesta evocan un tiempo de encuentro con los amigos; de retorno al seno familiar; un tiempo para resanar heridas y dirimir conflictos; un tiempo para pedir disculpas, reconstruir relaciones o devolver favores.
Es evidente que haya o no de por medio un tema de fe; esta es la estación que inspira a expresar el agradecimiento; por el regalo de la vida; por la bendición de tener una familia; por la fortuna de tener una casa; por el privilegio de gozar de un buen trabajo; por la felicidad interior de tener un buen esposo, esposa, compañero, de tener unos hijos saludables y amorosos; de tener personas que nos quieren, nos sostienen y para quienes somos importantes.
Al final de cuentas, aunque el mundo tiene graves problemas, y podemos lamentarnos particularmente por las guerras, por el drama de los inmigrantes, por los políticos corruptos o los estafadores, traficantes o terroristas; y un largo etc. Incluyendo la cruda violencia y de la sensación que no hay lugar seguro, pero al mismo tiempo, podemos agradecer que, a diferencia de un año atrás; la economía se ha recuperado; el comercio reporta niveles de ventas prepandemia; la economía parece reaccionar positivamente contra toda previsión y se empieza a ver más prosperidad entre los inmigrantes hispanos, que suelen ser emprendedores.
Reconocer lo que a pesar de todo podemos agradecer, y que no solamente hace bien internamente, también puede impulsar una oportunidad para devolver a este país algo de lo que nos ha dado al recibirnos, y en muchas ocasiones acogernos. También es un momento para mostrar solidaridad con hechos, para aquellos hermanos latinos en busca del mismo sueño americano, aún sufren precariedad, porque recién llegados y sin casa, trabajo ni estatus legal. También esta temporada ofrece una oportunidad para ayudar a sobrellevar estas fechas a los que han sufrido pérdidas, enfrentan lutos, e inclusive para los que representa un momento de potenciales crisis de violencia en el hogar.
Las fiestas decembrinas tienen muchas dimensiones y el consumismo es parte de las celebraciones, pero también hay posibilidades para hacer los gastos de manera intencional. Es una ocasión para apoyar los emprendimientos hispanos comprando en sus negocios, tiendas y restaurantes; pero sin dejar de lado el motivo original de la celebración principal de la natividad, la de la historia de Belén donde nació El Salvador, y todo el significado de Su vida en la tierra, el sentarse en unión a la mesa en familia para homenajear la vida de Dios entre nosotros.
Saber diferenciar el significado profundo de su venida, con las tradicionales parrandas, posadas y otras fiestas durante el advenimiento hasta la tradición de los Reyes Magos con sus regalos, sus roscas y el poderoso simbolismo que encarnan hombres muy ricos, sabios y aventureros, que llegaron desde países lejanos para postrarse ante la humilde cuna de aquel que las las profecías anunciaban como el mensajero de la verdad y la vida, el portador de la palabra que sana, que pone un nuevo corazón a los hombres que le siguen y persiguen su ejemplo.
Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5,9. Feliz Navidad a nuestros lectores de Impacto.