Con su tímido calor, sus soles aperezados, su aire lleno de polen y el canto de las cigalas, ha llegado el mes de mayo, y con él, en la mayor parte del continente llega el tiempo de homenajear a nuestras madres, y a todas las mujeres que, ya sean madres biológicas o no, ejercen una maternidad protectora, sanadora y esperanzadora en nuestra sociedad y sobre nuestros grupos familiares.
Se suele decir que el amor de una madre es el que más se parece al amor de Dios, precisamente porque es la persona capaz de sacrificarse, olvidarse de sí misma y posponer sus propios proyectos con tal de darlo todo a su hijo o hija, de verlos despuntar sanos y felices, de verlos crecer con esperanza y con confianza, de verlos soñar y trabajar por sus sueños, mientras la madre trabaja, ora, fatiga y vive por ellos. Y en las mujeres, incluso las que no han engendrado hijos en su propio vientre, palpita siempre la voluntad, el espíritu y el corazón generoso, entregado y abnegado de una madre.
El nobel colombiano García Márquez, escribió en “El olor de la guayaba” estas admirables palabras: “No podría entender mi vida, sin la importancia que han tenido en ella las mujeres. Fui criado por una abuela y numerosas tías que se intercambiaban en sus atenciones para conmigo, y por mujeres del servicio que me daban instantes de gran felicidad durante mi infancia. … La que me enseñó a leer era una maestra muy bella, muy graciosa, muy inteligente, que me inculcó el gusto de ir a la escuela solo por verla. En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres, y en las cuales se orientan mejor con menos luces. … Me producen un sentimiento de seguridad sin el cual no hubiera podido hacer ninguna de las cosas buenas que he hecho en la vida”.
Mujeres como Lisa Espinosa, quien perdió a su hijo Raymond, Aleida García, quien perdió a su hijo Alex, Rosalind Pichardo, quien perdió a su novio y a su hermana gemela, o Michelle Robertson, quien perdió a su hija Bianca Nikol, todas ellas han dado un impresionante ejemplo de las mejores virtudes femeninas. Son mujeres que han sabido sobreponerse al dolor de su pérdida y convertirlo en una fuerza transformadora, dándole vida a asociaciones, fundaciones y centros de ayuda dedicados a apoyar a quienes sufren el trauma de una pérdida violenta, y a combatir las causas de esa violencia que genera tanto sufrimiento.
Por eso, esta semana queremos honrar a todas aquellas “nodrizas” de la comunidad, servidoras públicas, mujeres que trabajan para nuestra gente como organizadoras comunitarias; que en la pandemia se han hecho adelante para ayudar de muchos modos, desde preparar y proveer comida hasta ofrecer apoyo organizativo y logístico en las campañas por la vacunación. Las mujeres, sean madres o no, tienen en su naturaleza el cuidar del otro y pensar más colectivamente en el bien común. Por eso el día de las madres celebramos no solo las que han parido hijos sino también a las que han criado buenos seres humanos y ejemplares ciudadanos. A todas ustedes, ¡gracias!