En medida de que transcurren los 100 primeros días de la Administración Parker, uno de los mayores desafíos que penden sobre la nueva alcaldesa y su equipo de funcionarios, es el cumplimiento de una de sus principales promesas, la de tomar las decisiones difíciles ante las diversas crisis que se viven en Kensington; aunque la criminalidad, la inseguridad, la violencia inclemente de los tiroteos callejeros, no es exclusiva de esta parte del norte de Filadelfia, el omnipresente drama del abuso de opioides en el mercado de drogas que le ha dado la vuelta al mundo, sobresale entre todos los males de una región de la ciudad que ha sido abandonada de casi todos, menos de los youtuberos que han hecho hasta negocio de uno de los mayores dramas humanos, el de la crueldad en su máxima expresión de las adiciones.
Kensington ha ganado la macabra notoriedad como “el barrio zombi de Filadelfia, la zona cero del consumo de drogas en los Estados Unidos”.
El nuevo subcomisionado de Policía, Pedro Rosario; primer oficial latino en ocupar esa posición tan exigente y crucial para el bienestar de la ciudad en general ha hecho eco a las palabras de su jefa, expresando que Kensington será una prioridad de su agenda; y que buscarán aglutinar a todas las fuerzas disponibles para enfrentar esta epidemia de tintes apocalípticos.
No hay una solución rápida y milagrosa para este mal, pero hay señales de que Parker, Rosario y el recién formado Caucus de Kensington, están dando pasos firmes, para que, además de idear un plan que involucre a los especialistas en el tratamiento multidisciplinario e integral de las adicciones, las fuerzas del orden enfrenten enérgicamente al crimen organizado y expendedores callejeros.
Las decisiones difíciles se han empezado a tomar, y muestra de ello es la limpieza que se ha venido agilizando en las abandonadas calles de Kensington.
Es de esperarse que se exacerbarán opiniones divergentes, expectativas contrapuestas y toda clase de trabas y dificultades para lograr un trabajo exitoso.
La financiación necesaria para combatir este monstruo de mil cabezas seguirá llegando desde diferentes niveles de gobierno, e inclusive de fundaciones y buenos samaritanos que ya se han hecho presentes ante esta calamidad, pero se seguirá expandiendo si no se atacan las raíces más profundas de este mal. Aunque algunas de esas causas se puedan identificar, no por ello son fáciles de atender y corregir.
Una de esas causas ha sido estimulada por la avaricia de las grandes farmacéuticas, que, con la complicidad de la ignorancia o negligencia de médicos, fomentaron las adicciones a los opiáceos para controlar el dolor, y cuando “reaccionó” el sistema de salud y se endurecieron los controles, miles de enfermos ya dependientes, migraron a opioides sintéticos, y pronto los carteles se apresuraron a ofrecer alternativas callejeras más baratas como el fentanilo, de 50 a 100 veces más fuerte que los medicamentos opioides típicos como la morfina.
La acción perversa y criminal de los carteles y las redes de minoristas han formulado substancias cada vez más esclavizantes y destructivas. Así apareció Xilacina o “tranq”; un potente relajante para animales que tiene efectos devastadores sobre un ser humano, atraído y atrapado, por su cada vez más frágil identidad, y debilitada estructura, familiar y social.
Otra de las epidemias de EE. UU. es la de la soledad, afectando a todas las generaciones, pero principalmente a menores que terminan creciendo en la “escuela de la calle”; estos se convierten luego en las víctimas más inmediatas de pandillas y las redes del narco, con lo que tenemos “la tormenta perfecta”.
En medio de una espiral de decadencia, donde parece que no hay remedio y es mejor voltear la mirada, Pedro Rosario ha afirmado que practicará la compasión frente a estas personas; al tiempo que aplicaran la ley, en un lugar donde ha imperado la impunidad.
Los padres que dan amor y límites, suelen crecer hijos bien estructurados, con un sentido de protección. Aún no están claras todas las piezas con las que la actual Administración combatirá esta guerra, lo que sí es claro es que no lo van a hacer solos, por lo que se insiste en invocar un renacer de la solidaridad ciudadana; del sentido de fraternidad, de ese “Fila del fía” (‘amor al hermano’) que generó la primera ciudad, para que cada ciudadano asuma esta batalla como la suya propia, y los cientos de “zombis” que deambulan por Kensington no sean tratos como desechos humanos, si no por el contrario les abran un camino confiable y consistente a la rehabilitación.