Este mes se cumple un año desde cuando Impacto, después de unas semanas de pausa, se presentó ante el público de la comunidad latina de Filadelfia con una nueva cara; nuevo formato y diseño, pero, sobre todo, con un equipo de nuevos colaboradores y una carga de nuevas ideas que poco a poco se han ido abriendo espacio y concretándose, para el beneficio y enriquecimiento de todos los que formamos parte de esta aventura periodística.
Al mismo tiempo, se cumplió un año de otro hecho que no incita a festejo: el inicio del confinamiento por la pandemia, que poco a poco fue sumergiendo al mundo en el temor y la incertidumbre, fue cerrando terminales, puertos y aeropuertos, silenciando los estadios, apagando los cafés y centros comerciales, e incluso las iglesias y centros de culto, lugares destinados a alimentar la esperanza del hombre en momentos de desesperanza, se vieron obligados a cerrar sus puertas, dejando a millones de hombres y mujeres en un encierro poblado de vacíos y en una soledad cargada de interrogantes.
Después de un año, el mundo parece recuperar paso a paso la esperanza, a medida que las grandes campañas de vacunación llegan a la población de mayor riesgo, a los más expuestos, como los trabajadores de la primera línea, es decir, médicos, enfermeros, personal hospitalario; trabajadores de la industria alimentaria y los servicios esenciales, extendiéndose a la población más pobre, por sufrir de menos protecciones para preservar su salud y bienestar.
La pandemia, aparte de la enorme cuota de dolor que ha sembrado en miles de familias, al despojarlos principalmente de sus ancianos, y también –aunque en menor grado– de seres queridos de todas las edades, ha tenido también otras consecuencias importantes. Una de ellas es que ha desenmascarado las grandes inequidades que sufren las poblaciones minoritarias, –los hispanos, los negros, e inmigrantes de diversas etnicidades– cuando se trata del cuidado de su salud y su bienestar, frente a los estándares de los que goza la población blanca.
En medio de los sufrimientos que la crisis ha causado directamente o ha ayudado a sacar a la superficie, algo positivo ha sido el renacido sentido de solidaridad y de apoyo mutuo que ha crecido entre tantos actores de nuestra comunidad. Muchas organizaciones en defensa de los hispanos han liderado campañas para convencer a la población de los beneficios de las vacunas y facilitarles su acceso; la misma sede de Esperanza, –la organización que publica Impacto– se ha convertido en un enorme centro de vacunación operado por la ciudad , –quizás el segundo más grande de Filadelfia después del Centro de Convenciones– como una respuesta coherente al llamado y al deber civil que todos tenemos, de poner nuestro granito de arena para doblegar la curva de los contagios.
Ha sido un año de reflexión, de cambios y ajustes radicales para muchos, pero parafraseando al arzobispo Nelson López, “los momentos de crisis nos pueden ayudar a unirnos por una buena causa, a recuperar el sentido de pertenencia a esa humanidad común de la que todos participamos”. Este es el augurio de Impacto a sus lectores; que la estación primaveral que tímidamente empieza a asomarse, traiga un rebrote de los mejores sentimientos, aquellos que siempre han facilitado el renacer del hombre.