(Foto: Ilustrativa/Pexels)

Ha llegado el mes de mayo y con él, uno de los festejos más esperados de todo el año: la fiesta del Día de la Madre; ese momento que sacamos para expresar el afecto, el amor y el respeto a uno de los “regalos” más entrañables que Dios le hizo al hombre: la madre; la mujer que dentro de su seno nos dio vida desde cuando éramos apenas una célula microscópica, hasta que fuimos adquiriendo forma, movimiento, sensibilidad y emociones; hasta cuando estuvimos preparados para ver la luz del mundo; y aún después, quien nos ofrece protección y cobijo por el resto de la vida, pues el amor de una madre dura para siempre.

Solía afirmar el actor Brandon Lee que “madre” es el nombre con el que los niños llaman a Dios. Son muchos los que han afirmado que el amor de una madre es lo más parecido que hay en la tierra al amor de Dios; ya que es el amor que todo lo soporta, que todo lo perdona, que calla los dolores y regala alegrías, que ama a ese hijo por encima de todo, incluso cuando no se comporta como ella quisiera.

Pero no obstante todo este reconocimiento público al amor monumental de nuestras madres, es evidente que aún como sociedad no hemos aprendido a premiar con justicia todos los méritos de la mujer y de la maternidad; todo lo contrario. En muchos países y sociedades, es claro que la maternidad es más bien castigada, de manera directa o indirecta por el sistema, ya que a menudo la mujer embarazada o lactante debe abandonar su lugar de trabajo, o recibe un salario inferior, o incluso puede llegar a perder su puesto a causa del tiempo de licencia de maternidad.

Todo esto ayuda a que las mujeres también sean susceptibles de soportar mayores niveles de pobreza que el hombre, entre muchas razones, porque sufren con frecuencia el abandono del hogar por parte del padre, y dado que la fuerza de la maternidad rara vez permite que una mujer abandone a su prole, entonces ella asume su sostenimiento, con frecuencia muy sola, o ayudada por abuelos o parientes, aceptando cualquier clase de trabajo, incluso los mal remunerados. Además, por los periodos dedicados a la maternidad, es común que las mujeres no puedan cotizar las semanas suficientes para alcanzar una pensión, lo cual es otro eslabón que se suma a la cadena perversa de maternidad-sacrificio-pobreza.

Por eso, si queremos festejar de manera digna y real a nuestras madres en este día, el mejor regalo que podríamos darles es, precisamente, tomar conciencia de lo que en verdad significan las madres en nuestra vida y en nuestra sociedad, del ejemplo de sacrificio para anteponer el bienestar propio por el de los hijos, de los dolores ocultos que pasaron para sacarnos adelante. Ojalá en este Día de las Madres, no nos limitemos a darles un regalo o celebrarles solo durante esta fecha; si bien es una ocasión para que reciban un homenaje del afecto de hijos y nietos, tenemos que honrarlas todos los días, agradecidos de por vida.

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