El próximo 8 de noviembre se celebran las elecciones de medio término, y los grupos y partidos ya despliegan toda su artillería para empoderar a los votantes. Desde aquí, nunca nos cansaremos de insistir en la importancia de salir a votar, sobre todo en un momento de coyunturas tan apremiantes. En especial en este punto, cuando la polarización amenaza la solidez de nuestro sistema, es importante salir a votar, para demostrar que, sin importar quién gane o pierda, queremos proteger algo de mucho mayor valor, que es la democracia misma; el tesoro inigualable de vivir en un país donde expresar las propias opiniones no pone en riesgo nuestra vida ni la de las personas que amamos.
Esta lucha por defender ante todo la democracia, pasa por un hecho importante, que es fácil perder de vista: que la fuerza de la democracia, y que los sistemas democráticos más saludables, son precisamente aquellos donde las ideas y las visiones más opuestas logran convivir en paz, enfrentarse y discutir con altura, utilizando el instrumento de la paz por excelencia, que es la palabra, y no para descalificar ni amenazar, sino haciendo un esfuerzo real por ponerse en los zapatos del otro para entender su posición, sin demonizarla tan solo porque es “rojo” o “azul”.
Por eso, aún si nos describiéramos como conservadores, podríamos conceder que muchas ideas demócratas tienen un valor innegable; entre ellas podríamos citar: 1, la defensa de las libertades individuales y la libertad de conciencia. 2, la lucha por la igualdad, por encima de la clase social, el origen étnico o el background político. 3, la organización de un sistema educativo de alta calidad, con acceso equitativo para todos. 4, una visión abierta para acoger a los inmigrantes, a los perseguidos y estigmatizados de cualquier lugar del mundo sin discriminar. 5, la idea de que quien tiene más pueda tributar más para balancear el sistema. 6, una preocupación permanente por la conservación del planeta y sus recursos.
Por su parte; aunque algunos asocien “conservador” con la idea de algo retrógrado o petrificado; también en la raíz de la visión republicana hay valores dignos de reconocer; por ejemplo: 1, la idea de que el respeto de la propiedad privada preserva el orden social y facilita la creación de riqueza. 2, la defensa de un sistema de justicia eficaz e independiente, 3, la idea de que el hombre, en su transitar por la historia, ha desarrollado muchas prácticas positivas para organizar la sociedad que merecen ser conservadas. 4, la visión de que la inmigración debe ser ordenada, concertada y protegida. 5, la aceptación de que la vida del ser humano inicia desde el vientre materno, y no deberían de excluirse los derechos del nonato. 6, la creencia de que el hombre es un ser trascendente, y que la fe es un legado de las religiones.
La lista es más larga en ambos bandos, pero lo importante es recordar que, por más de dos siglos, los Estados Unidos han brillado en el mundo como un país que defiende la libertad, a la vez que protege valores y derechos, aun proviniendo de visiones a menudo contrarias. Pero los padres de esta gran nación legaron un sistema entrenado para el diálogo abierto, la confrontación respetuosa, y para sacar provecho de la discrepancia propositiva entre las diversas fuerzas.
Nos enfrentamos ante unas elecciones en las que es particularmente vital entender que, el derecho al voto es elegir a personas y agendas que respalden nuestros intereses y necesidades como ciudadanos y también los de la comunidad.
Es crucial recordar esto para entender el valor de lo que estamos protegiendo cada vez que salimos a depositar nuestro voto.