La figura de los 3 Reyes Magos que llegaron desde oriente hasta Jerusalén siguiendo una misteriosa estrella en el cielo, que luego los guio de allí hasta Belén, para que pudieran adorar al Rey del mundo que había nacido en un humilde pesebre, ha traído inspiración, iluminado sueños y recreado esperanzas para niños y para adultos por igual durante cientos de años a lo ancho de la cristiandad.
De hecho, aunque la imagen más popular presenta a los tres sabios cabalgando sobre sus camellos, una tradición muy antigua presentaba a tres hombres, uno negro, uno blanco y otro oriental, que habrían llegado montando en un camello, un caballo y un elefante, para simbolizar que los tres continentes entonces conocidos, África, Europa y Asia, enviaban a embajadores ilustres a rendirle pleitesía al niñito que traía la luz de Dios a los hombres.
La realidad es que el imaginario sobre los príncipes-astrónomos se ha enriquecido a lo largo de los siglos. En la Biblia solo menciona en un lugar –en el Evangelio de Mateo– la llegada de “unos magos de oriente”; y aunque no dice cuántos eran, sí dice que trajeron tres regalos: oro, incienso y mirra. Solo en un evangelio apócrifo de la infancia del siglo segundo por primera vez se habla de tres, y solo en un mosaico del siglo sexto en Ravena, Italia, aparecen por primera vez representados con sus nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Los historiadores cristianos no confirman si esos nombres son correctos, ni en que animales iban montados; pero de lo que no dudan es de que sí se produjo la visita de unos personajes muy especiales; de una parte, por el tremendo revuelo político que su presencia causó en Jerusalén, poniendo al Rey Herodes a morderse las uñas del susto; y de la otra, por su misteriosa huida después de pasar una noche en Belén, lo que desató las furias del tirano y generó la primera masacre de inocentes de la era cristiana, cuando esta apenas se iniciaba.
¿Qué le podría pedir nuestro agitado mundo moderno y nuestro vapuleado planeta Tierra a los Reyes Magos si quisieran aprovechar su luz? Quizás se podría imitar los regalos que los 3 sabios eligieron para agradar al Rey. Que el oro que busquemos sea la riqueza del trabajo, el empleo y la salud para los miles y miles que no lo tienen. Que la mirra sea un bálsamo de cuidados y de renacer de conciencia para que nuestro planeta no se muera, y que el incienso sea un deseo y un propósito sincero de paz, para que los conflictos sociales y los egoísmos personales y nacionales no condenen al exilio y al desarraigo a tantos seres humanos.
Mejor aún seria, que este 2022, cada uno de nosotros se decidiera a emprender “su propia larga jornada por el desierto para encontrar al Rey”; a retomar ese camino interior de búsqueda del “oro” de la generosidad, que nos ayude a mirar más hacia el sufrimiento del prójimo; de la “mirra” de la austeridad, que nos ayude a depredar menos nuestro ambiente, del “incienso” de la paz de mente y de espíritu, que nos ayude a ser antenas de inclusión y diálogo allí donde la vida nos pone. Este quizás sea el mejor modo de homenajear a aquel Rey de Reyes que, 2021 años después, parece seguir creyendo en el hombre.