TEL AVIV, Israel. — El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, calificó la gestión del primer ministro de Israel, en la guerra de Gaza de errónea y pidió que su gobierno inunde el arrasado territorio con ayuda humanitaria. Las palabras del mandatario elevaron la presión para que las autoridades israelíes alcancen un alto el fuego y agrandaron la brecha abierta por el conflicto entre los dos firmes aliados.
En la Franja, los palestinos iniciaron la celebración del Eid al-Fitr en silencio, con los padres visitando las tumbas de sus hijos muertos en la guerra. Después de la oración matinal, es habitual que los musulmanes visiten el lugar donde descansan sus seres queridos durante los tres días que dura la fiesta que marca el final del mes sagrado del ayuno, el Ramadán.
En un cementerio en Deir al-Balah, en el centro del territorio, Samahir Za’neen se agachó junto a la lápida de su hijo de 20 años, que murió en un ataque aéreo en enero mientras caminaba por la ciudad. “Su Eid (es) en el paraíso, si Dios quiere», dijo.
Biden ha apoyado abiertamente la guerra de Israel contra Hamás tras el letal asalto del grupo insurgente el 7 de octubre, pero en las últimas semanas su paciencia con Netanyahu parece haber disminuido y su gobierno ha adoptado una posición más firme hacia Israel, amenazando una alianza de décadas y ampliando el aislamiento internacional de Israel debido al conflicto.
Su mayor desacuerdo gira en torno a los planes de Israel para lanzar una ofensiva sobre Rafah, la ciudad más meridional de Gaza, y las desavenencias han aumentado desde entonces, agravadas por el ataque israelí de la semana pasada contra un convoy de ayuda humanitaria que mató a siete trabajadores de la ONG World Central Kitchen, en su mayoría extranjeros. Israel dijo que las muertes no fueron intencionadas pero Biden mostró su indignación por lo ocurrido.
En la una entrevista emitida el martes en la noche, Biden destacó las diferencias entre los dos países en cuanto a la ayuda humanitaria a la población de Gaza, donde los más de seis meses de guerra han encendido las alarmas sobre una inminente hambruna.
“Lo que está haciendo es un error. No estoy de acuerdo con su enfoque», dijo Biden a la televisora estadounidense en español Univision en una entrevista gravada el 3 de abril, dos días después de un ataque israelí a un convoy de la ONG World Central Kitchen. El mandatario respondía a una pregunta sobre si Netanyahu prioriza su supervivencia política sobre el interés nacional.
Biden apuntó que Israel debía pactar un alto el fuego, inundar Gaza con ayuda humanitaria durante las próximas seis u ocho semanas y permitir que los países de la región ayuden en su distribución, “Debería hacerse ahora”, señaló.
El hambre en Gaza está eclipsando el Eid al-Fitr, una festividad musulmana normalmente alegre en la que las familias celebran el final del mes sagrado del Ramadán.
Israel interrumpió la entrega de ayuda humanitaria a Gaza en los primeros días de la guerra pero, ante la presión de Estados Unidos, ha aumentando lentamente el número de camiones que acceden al territorio. Los grupos de ayuda, por su parte, se quejan de que los suministros no llegan con suficiente rapidez a la desesperada población, algo que achacan a las restricciones israelíes, y algunos países han buscado métodos alternativos como lanzar los alimentos en paracaídas o trasladarlos por mar.
Israel afirma que durante la guerra se ha producido un incremento constante de los suministros que entran en la Franja, con la apertura de más puertos de entrada para hacer que los camiones lleguen a zonas especialmente afectadas como el norte de Gaza. Y culpa a las ONG de ser muy lentas en el reparto. Según los grupos, los problemas logísticos y la precaria situación de seguridad — acentuada por el ataque a WCK — complican la distribución.
Israel y Hamás participan en conversaciones para alcanzar un alto el fuego a cambio de la liberación de los rehenes capturados en el asalto insurgente, pero siguen distanciados en cuestiones clave como el regreso de los palestinos al norte de la Franja, que quedó prácticamente arrasada en la ofensiva.
Netanyahu ha prometido una “victoria total” en la guerra, con la destrucción de las capacidades militares y de gobierno de Hamás para evitar que se repita el asalto del 7 de octubre, y el regreso de los rehenes.
Israel inició la guerra en respuesta al asalto transfronterizo de Hamás en el que los insurgentes mataron a alrededor de 1.200 personas, en su mayoría civiles, además de tomar a unas 250 más como rehenes, según funcionarios israelíes.
La incesante campaña terrestre y aérea de su ejército en Gaza se ha cobrado la vida de más de 33.300 palestinos, de acuerdo con el Ministerio de Salud de la Franja, que no distingue entre víctimas civiles y combatientes en su conteo, pero afirma que dos tercios de los muertos son mujeres y menores. Por su parte, Israel sostiene, sin ofrecer pruebas, que ha matado a alrededor de 12.000 insurgentes.
La guerra ha desencadenado una catástrofe humanitaria: la mayor parte de la población se ha visto obligada a abandonar sus hogares y los combates han arrasado grandes tramos del paisaje urbano gazatí y dejaron muchas zonas inhabitables.