Buenos Aires, Argentina – El tiempo pasa desenfadadamente y deja huellas en todos los aspectos y sobre todo con la COVID-19, el mal que está pegando de una manera descarada en el mundo y sobre todo en Latinoamérica, donde los números de los últimos registros muestran claramente que la batalla se está perdiendo. Las frías estadísticas dicen que, “nueve de los diez países con más muertes en proporción a su población se encuentran en la región donde las campañas de vacunación son lentas y caóticas”.
Países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay, encabezan el nefasto panorama latinoamericano, que está inmerso en una crisis que ha llegado a ser catastrófica, y ya en una semana se registró cerca de 1.1 millones de nuevos casos y más de 31.000 muertes. Al respecto, Carissa Ettienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud, fue muy clara al decir que “Actualmente solo una de cada diez personas en América Latina y el Caribe, está completamente vacunada contra el COVID-19”,
La funcionaria también señaló que hubo un “leve aumento” en las tasas de infección, en especial en Cuba y República Dominicana; además de nuevos casos con altas tasas de mortalidad en Belice, Guatemala, Panamá y Trinidad y Tobago. Remarcó luego que “Aunque las vacunas son necesarias en todas partes, esperamos que las naciones del G7 den prioridad en la donación de dosis para los países con mayor riesgo, especialmente los de América Latina que aún no han tenido acceso a suficientes vacunas para proteger incluso a los más vulnerables”.
Otra de las preocupaciones radica en que los expertos de la región notaron un aumento de pacientes jóvenes que requieren hospitalización y hasta cuidados intensivos, y que en varias ciudades las salas de terapia están llenas con pacientes menores de 40 años.
Cuando se creía que el paso del tiempo iba a ir aclarando las cosas, todo parece estar al revés, al menos en esta región del mundo. En algunos casos por negligencias en la aplicación de las medidas de prevención hacia el pueblo, y en otras por el constante desafío de los poderosos que juegan con la salud del pueblo; como el caso del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien sigue sosteniendo que el coronavirus es como “una pequeña gripe”, quien se resistió a las estrategias de contención, y que ahora se ha embarcado en la organización de la Copa América de Fútbol, más por un negocio caprichoso que por la verdadera necesidad de llevarlo a cabo.
Seamos claros, si no hacemos nada para mejorar la situación, tampoco echemos combustible al fuego. La vida de la gente está en juego.