Toronto, Canadá – Centenares de trabajadores temporales latinos han contraído la COVID-19 en explotaciones agrarias de Canadá y tres han muerto a consecuencia de la pandemia, (en EEUU han muerto más de un millar tan solo de mexicanos) lo que ha sacado a la luz la problemática de unos trabajadores que durante décadas han sido invisibles para la mayoría de los canadienses.
La pandemia del coronavirus ha revelado a muchos canadienses, que son trabajadores centroamericanos, mexicanos y caribeños los que trabajan de sol a sol en los campos del sur del país para abastecer los supermercados del país.
A veces a costa de su salud y su vida, y siempre sin tener las ventajas que otros trabajadores disfrutan en el país norteamericano.
RELACIONES ABUSIVAS
Juan Luis Mendoza de la Cruz es un jornalero mexicano. Desde hace casi 30 años acude cada temporada a Canadá a trabajar en el campo, a veces hasta ocho meses seguidos. En las últimas tres décadas, Mendoza ha pasado más tiempo en Canadá que en México.
Y como integrante del Programa de Trabajadores Temporales Agrícolas de Canadá, las normas laborales no lo protegen: cobra menos del salario mínimo, trabaja hasta 14 horas diarias y no puede cambiar de empresa si el patrón lo trata de forma abusiva.
“Ha habido muchas injusticias”, explica Mendoza a Efe en una finca en la región de Niagara, en la parte más meridional de Canadá.
“A veces las condiciones precarias donde vive uno en las fincas. También en el sentido del racismo que existe aún porque nuestros derechos han sido pisoteados. Y realmente nos sentimos en cierto modo defraudados que no hay quien nos pueda apoyar un poquito más”, continuó Mendoza.
Blanca Islas Pérez es otra mexicana que lleva 18 años acudiendo a trabajar a Canadá. Su marido lo hizo antes que ella hasta que se suicidó en 1990, tras denunciar las condiciones en las que vivía y trabajaba en una granja del país.
La experiencia de Islas no ha sido mejor. Hace tres años se rompió un pie. El patrón no quiso llevarla al hospital. Cuando finalmente fue transportada al hospital, fue atendida 13 horas después del accidente. Tras pasar ocho días en el hospital totalmente sola y sin hablar inglés, fue enviada a un centro en el que también residían personas con enfermedades mentales. Allí intentó suicidarse.
“Era puro llorar, puro sufrimiento. Fue tanto mi desesperación que un día vi una ventana, vi un cable e intenté suicidarme. Pero en esos momentos escuché la voz de una de mis hijas, reaccioné y se me quitó esa desesperación. No lo logré hacer, gracias a Dios”, explica.
TRABAJADORES INVISIBLES
Solo un puñado de organizaciones como Migrant Workers Alliance for Change (MWAC), una organización que se dedica a la defensa de los derechos de los miles de trabajadores temporales lleva desde hace años reclamando más derechos y condiciones más justas para los jornaleros. Hasta ahora, nadie los escuchaba. Pero en las últimas semanas MWAC ha organizado continuas protestas en varias localidades para denunciar la situación y demandar que se les conceda la residencia permanente. El hacinamiento en el que viven en las fincas y la falta de material de protección o medidas de distanciamiento social en el lugar de trabajo ha provocado que centenares de contagios tras llegar a Canadá. Al menos tres de ellos, Bonifacio Eugenio Romero, de 32 años; Juan López Chaparro, de 55, y Rogelio Muñoz Santos, de 24, han muerto a consecuencia de la enfermedad.
Karrie Porter es concejala en la localidad de St. Catharines, en la región de Niagara, uno de los centros agrícolas del país y donde se han producido varios brotes de la enfermedad en explotaciones agrarias.
Porter, una de las pocas voces locales que denuncia las condiciones de los trabajadores extranjeros, habla también de discriminación, invisibilidad e incluso de racismo para explicar la situación en la que se encuentran Para Porter, como para MWAC, Mendoza e Islas, la solución es que los jornaleros puedan solicitar la residencia permanente en Canadá.
“Hoy vamos a alcanzar casi 40 grados con el factor humedad. Y estos jornaleros van a estar trabajando 10, 12 y hasta 14 horas al día. Y no son diferentes a nosotros. Es asombroso oír decir a la gente que estos trabajadores son de alguna manera diferentes y que pueden soportar condiciones más difíciles que el resto de nosotros”, denuncia Mendoza.
“Es justo que nos otorgue la residencia. Ya basta, ya no más maltrato, ya no más injusticia contra todos nosotros”, declara Islas.
Y añade que si pudiera hablar con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, le diría que tuviera un “tantito de conciencia”.
Por su parte, Mendoza dice que realmente adora «esta tierra».
«Quiero esta tierra porque en esta tierra he visto crecer flores, los jitomates, el apio, la cebolla. Quisiéramos que se nos viera como personas y que por lo menos tuviéramos esos derechos que nos corresponden. Y que se nos respete”, afirmó.