Londres, Inglaterra. — El Reino Unido observará dos minutos de silencio al finalizar el funeral de Estado de la reina Isabel II en la Abadía de Westminster el lunes para que el público tenga la oportunidad de rendir homenaje a la monarca difunta.
El Palacio de Buckingham dio a conocer el jueves los detalles del funeral de la reina, que murió el 8 de setiembre a los 96 años y a los 70 de su reinado.
El viernes por la noche, el rey Carlos III y sus hermanos permanecerán en vigilia durante 15 minutos en torno al ataúd de su madre en capilla ardiente en el Salón Westminster del Parlamento. Carlos y los príncipes Andrés, Eduardo y Ana también permanecieron en vigilia con el ataúd en la catedral de San Egidio en Edimburgo a principios de la semana.
Después del funeral de Estado, al que asistirán unos 2.000 invitados, entre ellos jefes de Estado, el féretro será trasportado en un carro tirado por caballos a través del centro histórico de Londres desde la Abadía de Westminster hasta el Arco de Wellington cerca del Palacio de Buckingham, seguido a pie por miembros de la familia real.
Luego se lo trasportará en la carroza fúnebre del Estado a un oficio en la Capilla de San Jorge cerca del Castillo de Windsor, donde se lo colocará en la bóveda real, un gaitero ejecutará un lamento, el arzobispo de Canterbury pronunciará la bendición y todos cantarán “Dios salve al rey”.
Finalmente, se realizará un oficio para la familia en la Capilla del Rey Jorge VI, donde se enterrará a la reina junto a su difunto esposo, el príncipe Felipe, que murió el año pasado.
Miles de personas hicieron fila durante la noche para pasar el jueves junto al ataúd de la reina Isabel II en el Salón de Westminster del Parlamento, en una jornada que el rey Carlos III pasaría en privado para reflexionar sobre su primera semana en el trono.
La fila para ver a la reina en cuerpo presente se extendía el jueves por la mañana 5,6 kilómetros (3,5 millas) hasta el Puente de la Torre. Recorría la orilla sur del río Támesis, y después cruzaba por un puente hasta el Parlamento. Miles de personas aguardaban sin importar las horas de espera.
“Me alegro de que hubiera una fila, porque nos dio tiempo para ver lo que nos esperaba, nos preparó y absorbimos todo el ambiente», dijo Nimisha Maroo, trabajadora de salud. “No me habría gustado si hubiera tenido que pasar a toda prisa».
Tras un día de ceremonias y emociones en el que la reina fue trasladada en un solemne cortejo fúnebre desde el Palacio de Buckingham, el rey pasaría la jornada en “reflexión privada” en su residencia de Highgrove, en el oeste de Inglaterra. Carlos ha hablado por teléfono con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y tenía previsto hablar con varios gobernantes mundiales, muchos de los cuales acudirían a Londres el lunes para el funeral de la reina.
El heredero al trono, el príncipe Guillermo, y su esposa Catalina, princesa de Gales, visitarían la finca de la familia real en Sandringham, en el este de Inglaterra, para ver algunas de las ofrendas dejadas por la gente.
El despliegue de duelo masivo era una enorme operación logística, con una ruta designada de 16 kilómetros (10 millas) salpicada de puestos de primeros auxilios y más de 500 baños portátiles. Había 1.000 asistentes en todo momento y 30 líderes religiosos de diferentes confesiones pasaban para hablar con las personas en fila.
El arzobispo de Canterbury Justin Welby, líder espiritual de la Iglesia anglicana, vestía un chaleco reflectante con las palabras “Equipo Fe” mientras hablaba a los dolientes.
Welby, que ofició una misa para la familia real cuando el ataúd de Isabel llegó al Salón Westminster, recordó a la reina como “alguien en quien se podía confiar totalmente, por completo y absolutamente, de una sabiduría destacada”.
Miles de personas han presentado ya sus respetos y pasado junto al ataúd, sobre el que se han colocado el estandarte real y una corona con diamantes.
Personas ancianas y jóvenes, con trajes oscuros o tejanos y zapatillas, pasaban en una hilera constante por el histórico salón, donde fueron juzgados Guy Fawkes y Carlos I y donde reyes y reinas medievales ofrecieron magníficos banquetes.
Keith Smart, ingeniero y veterano del Ejército británico, se enjugó las lágrimas al salir del lugar. Dijo que había esperado más de 10 horas para tener la oportunidad de despedirse.
“Todo el mundo se comportó de forma impecable. No había malicia, todos eran amigos. Fue fantástico”, dijo sobre la gente en la fila. “Y después, al entrar en esa sala y verlo, me desmoroné. No me incliné, me arrodillé en el suelo, de rodillas, incliné mi cabeza ante la reina”.
El silencio de la noche se rompió cuando uno de los guardias que velaba en torno al ataúd se desplomó. La retransmisión en vivo del lugar mostraba cómo el hombre, que tenía el pecho adornado con medallas, oscilaba sobre sus pies antes de caer el suelo hacia delante. Dos policías se apresuraron a ayudarle.
Desde que la reina falleció el 8 de septiembre en Escocia, una multitud se ha reunido para presenciar los desplazamientos del ataúd en su largo viaje hasta Londres.
Unas 33.000 personas pasaron por la Catedral de San Egidio, en Edimburgo, y miles de personas se congregaron el martes pese a la típica lluvia de Londres, cuando el féretro fue trasladado despacio en auto desde una base aérea y hasta el Palacio de Buckingham.