La población mundial que sufre obesidad superó a la que pasa hambre, según los datos de un informe de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El documento muestra que hay más personas obesas que con hambre.
La ONU estimó que el hambre había crecido en 2017 por tercer año consecutivo hasta afectar a 821 millones de personas en todo el mundo, sobre todo por los conflictos, el cambio climático y la lenta recuperación económica, mientras que la obesidad en adultos afectaba ya en 2016 a más de 672 millones.
En 2016, por ejemplo, el número de adultos obesos ya sumaba 104,7 millones en Latinoamérica y el Caribe, cifra muy superior a los 39 millones de personas que sufrieron subalimentación en esa región entre 2015 y 2017. La obesidad está en todas partes, sin distinguir entre países desarrollados o en desarrollo; según la FAO, se debe al aumento al “cambio en las dietas” como consecuencia de la urbanización, el consumo de comida rápida y otros muchos factores.
Para evitar comprometer el futuro de la población, la FAO recomienda modificar el enfoque y pasar “de producir más alimentos a producir más alimentos saludables”. Además de promover la actividad del sector privado en ese ámbito con impuestos, un mejor etiquetado, restricciones a la publicidad infantil y “circuitos locales” de alimentación en las ciudades.
También llamó a actuar en el terreno comercial al constatar que la obesidad está creciendo rápidamente en los países que más alimentos importan, como pequeñas islas del Caribe o el Pacífico.
La relatora de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, Hilal Elver, insistió en incorporar principios como los de sostenibilidad, salud e igualdad a los sistemas alimentarios, promoviendo un enfoque de derechos humanos “más allá de las soluciones ligadas a la tecnología o al mercado”.
En un mundo que ya produce más comida de lo necesario, “centrarnos demasiado en la tecnología puede evitar que pensemos en las causas de raíz del problema”, afirmó Elver. La relatora pidió proteger y empoderar a las personas más vulnerables para que participen de la producción de alimentos y del acceso a la tecnología y la capacitación, como respuesta a los “ecosistemas contaminados” y la “destrucción de comunidades de familias productoras” que ha dejado el actual sistema.
En estos tiempos revueltos, la enviada especial del secretario general de la ONU para la cumbre de 2021 sobre sistemas alimentarios, Agnes Kalibata, llama a no olvidar el problema del hambre en el mundo y urge a ayudar a los agricultores más pobres. Aunque reconoce que los preparativos de la cumbre se están viendo alterados como consecuencia de la pandemia, confía en que, pasados unos meses, la situación mejore y «la gente vuelva a la normalidad».
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha hablado sobre la necesidad de que la lucha contra el virus no distraiga la atención sobre otras cuestiones trascendentales como el cambio climático, cuyos efectos siguen y seguirán impactando en tantas personas.
Para la erradicación del hambre, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, habrá que reducir el número de hambrientos en al menos cien millones de personas cada año durante la próxima década, subraya Kalibata.
La exministra ruandesa de Agricultura y actual presidenta de la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA, por sus siglas en inglés) está intentando movilizar recursos para la cumbre.
Sin embargo, el nombramiento de Kalibata en diciembre pasado no ha gustado a todos, en concreto a las 176 organizaciones sociales de 83 países que a mediados de febrero firmaron un manifiesto exigiendo su sustitución.
Como presidenta de AGRA, financiada por las fundaciones Gates y Rockefeller, la acusan de favorecer los intereses de las grandes corporaciones a costa de los agricultores y el medioambiente, mediante la introducción en África de cultivos transgénicos, pesticidas y semillas controlados por unas pocas multinacionales.
«No promovemos los intereses corporativos, sino la forma de crear un ecosistema para que los pequeños agricultores puedan crear un negocio», insiste la enviada ruandesa.
Kalibata cree que, cuando se trata de capacitar a esos productores, «los gobiernos no necesariamente son los mejores en darles lo que necesitan y el sector privado también puede hacerlo».
En su opinión, «la cumbre dará una oportunidad a todos de sentarse y discutir lo que funciona o no» en la lucha contra el hambre a nivel global y, especialmente, entre los agricultores africanos.
Además de la desnutrición, se abordarán otros problemas como el sobrepeso y la obesidad, que sufren unos 2.000 millones de personas en el mundo, la producción insostenible de alimentos o la pérdida de biodiversidad.
La alimentación causa un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y cada año un tercio de los alimentos se pierden o desperdician, motivos de peso, según Kalibata, para tomar medidas que reduzcan la huella en el ambiente y aseguren un «equilibrio correcto» de los sistemas alimentarios para 2030.
Con información de EFE