El papa Francisco señaló y desafió a los líderes mundiales instándolos a comprometerse con objetivos vinculantes para frenar el cambio climático antes de que sea demasiado tarde, y advirtió que la creación de Dios, que se calienta cada vez más, está llegando rápidamente a un “punto de no retorno”.
En una actualización de su histórica encíclica de 2015 sobre el medio ambiente, el pontífice aumentó la alarma sobre el daño “irreversible” que se ha causado ya a la población y al planeta y lamentó que, una vez más, los más pobres y vulnerables sean quienes pagan el precio más elevado.
“Ya no podemos detener el enorme daño que hemos causado. Solo estamos a tiempo para evitar daños todavía más dramáticos», advirtió
A principios de octubre, el documento, “LAUDATE DEUM” («Alabado sea»), se publicó coincidiendo con la festividad de San Francisco de Asís, que era un amante de la naturaleza, con el objetivo de animar a los negociadores a comprometerse con objetivos climáticos vinculantes en la ronda de negociaciones de Naciones Unidas en Dubái.
Empleando datos científicos precisos, argumentos diplomáticos agudos y algo de razonamiento teológico, Francisco presentó un imperativo moral para que el mundo abandone los combustibles fósiles y adopte energías renovables con medidas que sean “eficientes, obligatorias y fácilmente controlables».
“Se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo», dijo.
La encíclica de 2015 fue un punto de inflexión para la Iglesia católica, la primera vez que un papa empleaba uno de sus documentos de enseñanza de más peso para replantear el debate climático en términos morales.
En ese documento, que ha sido citado por presidentes, patriarcas y líderes políticos e impulsó un movimiento activista dentro de la Iglesia, Francisco pedía una revolución cultural audaz para corregir un sistema económico “estructuralmente perverso” en el que los ricos explotan a los pobres convirtiendo la Tierra en un “inmenso montón de inmundicia».
Aunque las encíclicas están pensadas para soportar el paso del tiempo, Francisco dijo que sentía que era necesaria una actualización de la original porque “con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre”.
Reprendió a quienes, incluso dentro de la Iglesia, dudan del consenso científico sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, desmontando sus argumentos de forma sarcástica y mostrando su impaciencia con su mentalidad de beneficios a toda costa.
Reprochándoles su confianza en “datos científicos supuestamente sólidos”, dijo que los argumentos de los negacionistas sobre la posible pérdida de empleos derivada de una transición hacia las energías renovables eran falsos. Y citó datos que muestran que el incremento de las emisiones y el correspondiente aumento de la temperatura global se han acelerado desde la Revolución Industrial, y especialmente en los últimos 50 años.
“Ya no se puede dudar del origen humano — ‘antrópico’ — del cambio climático”, aseveró.
Aunque advirtió que “ciertos diagnósticos apocalípticos” pueden no tener fundamento, añadió que la inacción ya no es una opción. La devastación está ya en marcha, apuntó, incluso con algunos daños “irreversibles” causados ya a la biodiversidad y la pérdida de especies que solo se va a acelerar a menos que se toman acciones urgentes ahora.
“Pequeños cambios pueden provocar cambios mayores, imprevistos y quizás ya irreversibles, debido a los factores de inercia”, destacó. “Así se terminaría desencadenando una cascada de acontecimientos que se precipiten como una bola de nieve. En un caso así́ siempre se llegará tarde, porque ninguna intervención podrá́ detener el proceso ya iniciado”.
El documento se parecía poco a una exhortación papal y recordaba más a un reporte científico de la ONU o a un discurso en una protesta climática de los jóvenes activistas del movimiento “Fridays for Future”. Tenía un tono firme y directo y sus notas al pie hacían mucha más referencia a los informes climáticos de la ONU y la NASA y a sus encíclicas previas, que a las Escrituras.