La invasión rusa de Ucrania hace un año dejó muerte, destrucción y miseria en el país, y despertó el temor a una nueva Guerra Fría.
El ataque del 24 de febrero llevó a más de ocho millones de ucranianos a huir de su país en el mayor éxodo de refugiados visto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
La maquinaria de guerra de Moscú ha bombardeado infraestructura civil. Los Misiles, los cohetes y la artillería han alcanzado de forma indiscriminada viviendas, hospitales y otros edificios públicos y causaron miles de muertos y heridos.
En algunas zonas, las ruinas de los edificios de apartamentos y los puentes derruidos marcan un nuevo paisaje ucraniano devastado por la guerra. Los cuerpos yacen en calles, jardines y casas. Los autos y vehículos blindados consumidos por el fuego salpican las carreteras.
En Bucha, al noroeste de Kyiv, donde cientos de civiles fueron hallados muertos tras la retirada de las tropas rusas de la ciudad el pasado marzo, las autoridades ucranianas denuncian atrocidades. Algunos cuerpos tenían las manos atadas y se han encontrado fosas comunes.
En Mariúpol, los ataques a hospitales, escuelas, zonas residenciales y otras estructuras civiles y sitios protegidos por la ley humanitaria internacional se convirtieron en lo habitual.
Los ucranianos suelen pasar horas confinados en refugios antibombas improvisados. Muchos necesitan comida y otras ayudas.
Los ataques rusos contra infraestructura energética durante el invierno dejó a muchos sin calefacción y agua corriente.
En los funerales por soldados, civiles y niños, la presencia de la bandera amarilla y azul de Ucrania es habitual.