Infancias
Abuso infantil. (Foto: Vitor Luciano/Ilustrativa/Pexels)

El 2025 comenzó con retrocesos alarmantes en materia de derechos humanos. El Parlamento de Irak aprobó enmiendas a la ley de estatus personal que otorgan a los tribunales islámicos mayor autoridad sobre asuntos familiares, incluyendo matrimonio, divorcio y herencia. Aunque la ley iraquí establece los 18 años como la edad mínima para contraer matrimonio en la mayoría de los casos, estas enmiendas permiten que los clérigos decidan según su interpretación de la ley islámica. Esto podría derivar en matrimonios de niñas desde los nueve años, dependiendo de la escuela de pensamiento islámico.

La idea de un matrimonio con una niña de nueve años es inhumana, indigna y horrorosa. Y aunque muchos pueden pensar que esta atrocidad pertenece solo a una realidad lejana en Medio Oriente, en América Latina y Estados Unidos enfrentamos también una crisis grave de abuso infantil.

Según estimaciones de UNICEF, publicadas en octubre de 2024, más de 45 millones de niñas y mujeres en América Latina y el Caribe han sufrido violaciones o abusos sexuales antes de los 18 años, lo que representa aproximadamente el 18% de la población femenina en la región. En Estados Unidos, el panorama es también devastador: el National Sexual Violence Resource Center estima que una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños serán víctimas de abuso sexual antes de cumplir 18 años. Aún más preocupante es que aproximadamente el 63% de estos asaltos sexuales no se reportan a las autoridades estadounidenses.

Imagina que el 63% de las niñas y niños víctimas de abuso sexual nunca recibirán justicia. Pero, pero aun en muchos casos, tendrán que seguir conviviendo con su agresor, ser obligados a saludarles de beso o abrazo, perpetuando un ciclo de violencia y trauma comparable en horror a la idea de un matrimonio infantil.

Hace poco vi una frase que resume bien esta situación: “No le pidas a tu hija que se cambie el vestido por pantalón cuando el tío venga a casa; pídele al tío que nunca vuelva a visitar tu casa”.

UNICEF recomienda fomentar la comunicación abierta con los niños, enseñándoles a decir “¡NO!”, ante cualquier situación que les incomode y a comunicar esto inmediatamente a cualquier “tutor” que por pura definición etimológica significa “cuidador” o “protector”. Sin embargo, esta recomendación solo es útil si los adultos responsables denuncian y actúan para proteger al menor. Si un padre o tutor no denuncia el abuso ni protege al niño, ese silencio y complicidad serán una carga que la víctima llevará toda su vida.

La responsabilidad de proteger a los niños y niñas recae en cada uno de nosotros. Denunciar y buscar justicia no solo es un acto de amor, sino un deber moral y social. El silencio no es ser neutral, es ser cómplice y en tu conciencia quedará ser cómplice de quien dañó a tu hija y/o hijo.

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